Capítulo 41: Un secreto al descubierto

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La doncella personal de la condesa Poppy Bruce de Argyll hacía tiempo que no lograba conciliar el sueño por las noches

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La doncella personal de la condesa Poppy Bruce de Argyll hacía tiempo que no lograba conciliar el sueño por las noches. Los remordimientos la torturaban. No podía hacer  bien su trabajo y mantener la calma era tarea casi imposible cada vez que se tropezaba con la joven Candice ya sin rastro de su embarazo. No podía soportar que ella la  saludara con su habitual alegría, ajena a todo. Ignorante de que ella era una de las culpables de su desgracia. Si no fuera porque la señora siempre había hablado pestes de ella, refiriéndose a la nieta del señor como "sucia bastarda", creía que habría llegado a tomarle  un sincero aprecio. Pero la señora la obligaba a mostrarse hosca con la chica y Odette  obedecía porque necesitaba el trabajo. Su marido había muerto en la guerra. Sus hijos estaban desaparecidos y ella y su hija pequeña necesitaban el poco dinero que ganaba para subsistir. 

Pero trabajar bajo las órdenes de alguien como Poppy de Argyll estaba resultando cada vez más difícil porque al carácter hosco de su jefa ahora tenía que añadirle los atroces remordimientos de conciencia que sentía por haber cedido a las maquinaciones de la condesa. Porque era ella quien había dejado a propósito la fatal pastilla de jabón que había matado al biznieto del conde. El dinero con el que ella le había pagado, nunca le había sabido más amargo, aunque le hubiese solucionado la manutención de su familia durante años. Así que harta de soportar sus exigencias, harta de escuchar el timbrazo de la campana requiriendo sus servicios a horas intempestivas, harta de ser el perro faldero de la señora decidió renunciar a su puesto y buscar otro trabajo más adecuado para ella. Podía mantenerse mientras buscaba una nueva ocupación.  Sabía que las doncellas personales como ella, no eran fáciles de encontrar. Estaba considerando incluso la posibilidad de trabajar como costurera en la fábrica de camisas de la cuidad. 

Ganaría menos dinero, pero merecería  la pena  alejarse de aquel lugar sombrío. Por eso había escrito una nota de despedida y se disponía a irse cuando la condesa en persona la increpó con una copa de brandy en las manos. 

— Odette, ¿A dónde cree que va?

—Me marcho, señora.

—¿Y esto?— inquirió la condesa mientras tomaba despectivamente  de la mano de su doncella un sobre.

—Es la carta con mi renuncia.

—¿Cómo, nos deja?— preguntó burlona y molesta.

—Sí, señora...—Afirmó la doncella con un hilo de voz.

—¿Cómo se atreve, después de lo que hemos hecho por usted?  ahora en estos momentos de necesidad ¿Nos abandona?— le reprochó la condesa inmisericorde.

—Así, es...— Se reafirmó la doncella mientras apretaba con fuerza la bolsa con sus escasas pertenencias contra su pecho.

La condesa se encaró con la aterrorizada mujer. No soportaba que algo se escapara de su control. Le habló acercando su severo rostro al de la doncella quien podía sentir su aliento a alcohol en la cara.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora