Capítulo 52: Llanto en la escalera

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Olivia estaba nerviosa

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Olivia estaba nerviosa.

Había recibido la tarjeta de invitación del señor Ardlay por la mañana y estaba muy inquieta por su hija Fleur. Necesitaba que todo saliera perfecto, nada podía descuidarse, ni quedar al azar. Le había pedido que se comportara modélicamente aquel día, porque se jugaban mucho. Muy amablemente, los Cornwell le habían ofrecido hospedarse en la mansión familiar durante un tiempo mientras ella buscaba un apartamento donde vivir.

Sus excelentes referencias como enfermera le habían procurado un trabajo en el Hospital Santa Juana de Chicago y solo necesitaba encontrar un lugar donde hospedarse. Había decidido quedarse en la cuidad en la que vivía William.

Necesitaba mantenerse cerca de él.

Le habían hablado de un bonito bloque de apartamentos en las afueras y el precio era razonablemente bueno. Gloria, la portera, se había ofrecido a enseñarle el inmueble que había quedado libre y ella consideró que podía ser más que suficiente para albergarlas a ella y a su hija. Así que sólo necesitaba algo de tiempo para recoger la mayoría de sus cosas que había dejado guardadas en una taquilla que había alquilado en la estación de trenes y empezar su nueva vida.

Porque tenía que admitir que, aunque era minúsculo el lugar le transmitía paz y una energía muy positiva. Era todo exterior y la luz natural lo iluminaba todo. Los vecinos parecían gente humilde y trabajadora como ella. No creía que fuera a tener ningún problema.

Pero antes de mudarse, tenía que ir a la cita con William Albert Ardlay en aquel elegante Café del Centro. Muy popular en aquellos días, La Mimosa atraía a gentes del arte, la política y el mundo del espectáculo. Sus paredes estaban llenas de fotografías de personajes de la cultura y también de dibujos de artistas. Los precios eran asequibles, se lo podía permitir. No iba a dejarlo de ninguna manera pagar la cuenta. Tenía además, un parque interior precioso donde crecían árboles y había una zona habilitada para que pudieran jugar los niños, con columpios y toboganes. Fleur estaría encantada.

Olivia era muy consciente de que necesitaba causarle una buena impresión. Aquella noche no había podido dormir pensando en él, en todo lo que su corazón anhelaba, en su cuerpo y en sus besos a la luz del sol de África.

¿ Por qué todo tenía que ser tan difícil? ¿Por qué el destino parecía empeñado en alejarlo de ella? Desde que era muy joven había sabido de la fascinación que despertaba en los hombres. Nunca había tenido ningún problema en conseguir el corazón que hubiese despertado su capricho del momento  para  después descartarlo en el momento en que por fin lo había conseguido, la mayoría de las veces. La joven nunca había estado segura de querer empezar la vida al lado de nadie y  tenía miedo a dejarse conocer.

Pero con Layard, todo había sido distinto. ¿Por qué? Aquello la destrozaba.

A veces pensaba que el Altísimo le estaba dando una lección de humildad. Ella había roto el corazón de muchos y ahora se lo rompían a ella.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora