Capítulo 22: Un encuentro accidentado III

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Daniel Williamson vio cómo la putilla pelirroja se caía al húmedo y sucio suelo del muelle y  en ese momento sonrió triunfal sabiendo que ella ya no iba a tener escapatoria posible,  se sintió lleno de una repentina  y salvaje excitación: ya era suya

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Daniel Williamson vio cómo la putilla pelirroja se caía al húmedo y sucio suelo del muelle y en ese momento sonrió triunfal sabiendo que ella ya no iba a tener escapatoria posible, se sintió lleno de una repentina y salvaje excitación: ya era suya. Estaba seguro de que la alcanzaría a tiempo para darle una lección que no olvidaría en su mísera vida.

Ella lo miró con el terror escrito en sus extraños ojos ambarinos y eso lo incitó más aún. Siempre le había tenido ganas y ahora la tenía tan cerca que no podía esperar a darle caza. Ahora iba a ser suya y lo iba a disfrutar como nunca.

"Eres mía, Marnie. Como debiste serlo hace años" pensó el hombre sintiendo una gran euforia alterar sus sentidos a penas embotados por el alcohol que había bebido aquella mañana.

Ya estaba a punto de echarle el guante cuando para su frustración tuvo que pararse de golpe. Decepcionado por su mala suerte vio cómo su trofeo le era arrebatado ante sus narices por otro hombre.

"Maldita sea"  se dijo cuando lo vio ayudarla a levantarse del suelo.

En el camino de Marnie se había cruzado un mozalbete rubio, fornido.

"Es un maldito armario...y un figurín, bah...Creo que podré con él "  se dijo confiado mientras le plantaba cara.

Pero aquel tipo  sabía defenderse.

 Lo estaba machacando y a su pesar tuvo que desistir enseguida...porque el maldito le estaba ganando terreno, podía acabar muy mal parado si insistía en plantarle cara a aquel malnacido. La muchacha se había largado delante de sus narices y aquel desconocido no estaba dispuesto a dejar que se la llevara a donde pertenecía.

Lo cual, dejó a Daniel furioso y  rabioso tras constatar que no tenía nada que hacer. En el suelo, humillado, dolorido mascó su frustración mientras ella huía. No estaba dispuesto a sufrir más de la cuenta aunque le molestaba mucho ser vencido por alguien más joven.

Era todo culpa de ella, de aquella descarada.

Lo había hecho enfadar porque sabía que ella no había venido por él, sino por los niños a quienes inexplicablemente le unía un poderoso vínculo. Cosa que lo hacía enfadar ya que ella no era su hermana biológica. Nada la vinculaba a su familia, era una extraña que se creía con derechos sobre su familia. No lo iba a consentir tan fácilmente ¿Quién se creía exactamente que era? sus hijos eran suyos y no estaba dispuesto a que se relacionaran con alguien ajeno a la familia.

Comprendía que tanto él como su mujer Betty carecían de interés para la pequeña desgraciada y desagradecida muchacha. Ellos sabían que se quedaba parte del dinero que ganaba con su trabajo y no lo compartía todo con la familia como hacían las buenas hijas. No, ella no se merecía que la trataran como tal.

Y no le extrañó que ella los engañara así, porque después de todo era una huérfana abandonada en un hospicio. Pelirroja, como judas, por algo la habían dejado allí de bebé y ellos habían sido tan tontos como para adoptarla. No podían haberse equivocado más.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora