Capítulo 23: Como en un sueño II

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Albert la observó mientras el viento fresco de la primavera despeinaba sus cabellos dorados

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Albert la observó mientras el viento fresco de la primavera despeinaba sus cabellos dorados. Ya se acercaban a su destino. La sensación de conducir su propio vehículo era algo que le agradaba desde siempre. Ahora que ya su identidad estaba al descubierto, podía permitirse el lujo de tomar el vehículo que le diera la gana y conducirlo a su antojo. Nadie podía objetar nada al respecto.

Y ese vehículo en especial, le gustaba. Pronto llegarían a su destino y se preguntaba qué diría cuando supiera lo que tenía pensado para ella.

Miró a Candy de reojo.

"Tan temperamental e impulsiva, mi fierecilla" pensó divertido.

Era adorable aquel empeño suyo por acompañarlo en el viaje a Sâo Paulo pero no podía permitir que corriera ningún riesgo y aquel viaje hasta Brasil era tan arriesgado como peligroso. No podía permitirse exponerla a algo así. Además quería llevarla con él hasta aquella cuidad pero no en aquellas circunstancias, no cuando necesitaba descubrir quién estaba detrás de aquel desastre. Con ella cerca, no podría realizar las averiguaciones que necesitaba sin estar preocupado por ella. Y a quién quería engañar, con ella al lado tampoco podía pensar con claridad. Si por él fuera, estaría todo el tiempo con ella, descubriendo todas aquellas maravillosas sensaciones que ella le provocaba. No podía evitarlo aunque lo intentara, aunque hubiese dado su palabra a sus padres. Nada más y nada menos, había prometido respetarla y había faltado a su palabra.

No había estado bien. Él era un hombre de palabra y sabía dominar sus impulsos. Por tanto, el momento que debía tomarse para poder aclarar la situación con ella sería diferente. Albert estaba convencido de poder acometer su empresa sin desdecir su palabra de caballero por segunda vez.

Porque a lo sucedido en el bosque, antes de acudir a la boda ya no había remedio.

El aire fresco de la primavera se colaba por las ventanillas abiertas mientras Candy observaba con atención el atractivo perfil de aquel hombre tan enigmático como impredecible. Albert conducía con habilidad y mucha seguridad en sí mismo. Y por su cara relajada y feliz, parecía disfrutar mucho.

Sin embargo, ella estaba inquieta. Candy sentía que podía confiar en él no obstante, él no parecía estar dispuesto a hacer lo mismo con ella. Él tenía una ventaja clara sobre ella a parte de más edad y experiencia de vida. Sabía que podía leer en ella como en un libro abierto y ahora se preguntaba mientras la llevaba hasta Dunnottar Park qué más estaba dispuesto a compartir. Porque no se le había escapado que seguía ocultándole cosas.

Todavía no le había hablado de la mujer que decía tener una hija suya. Y aquello era algo que la inquietaba, sobre todo después de haber compartido intimidad antes de llegar a la boda de Georges y Vanessa. Tampoco eso decía demasiado de ella y se recriminó haber sido tan impulsiva sin ni si quiera haber tratado un tema tan delicado como ese.

Pronto y después de transitar por una pista forestal vieron que el bosque se terminaba de forma abrupta en un claro amplio y despejado. Al fondo Candy pudo ver un lago cuya superficie azul relucía al sol.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora