Capítulo 44: Un rescate en el bosque

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Dimitri oyó los disparos y frenó a Goliat

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Dimitri oyó los disparos y frenó a Goliat. Su hermano Stephan también los había oído. Ambos  escucharon los gritos y los insultos, estaba claro que iban dirigidos a una mujer. Venían en dirección a Archer Hall. 

Ambos se miraron y se temieron lo peor.

Tenían adiestramiento militar y decidieron subir a un terreno más elevado para observar mejor lo que ocurría. No podían perder la ventaja que tenían, era demasiado arriesgado. Pero todo apuntaba a que los gritos y las voces no venían precisamente de  viajeros comunes e inofensivos. Alertas, prepararon las armas que siempre llevaban encima.  Sabían de la existencia de salteadores de caminos y eran conscientes de lo peligroso que podía volverse cualquier bosque en aquellos momentos. 

De pronto, la vieron. Con el cabello rubio al viento, galopando sobre un caballo alazán mientras los perseguidores iban acortando la distancia que los separaban peligrosamente.

—¡Candy...! —Exclamaron casi al unísono llenos de aprensión y espanto. 

Se miraron. Sabían qué hacer.

Desde donde estaban era  casi imposible que ellos los vieran. Tenían que aprovechar la oportunidad,  con el viento  a su favor podrían tener mejores oportunidades de acertar al blanco. Una vez estuvieron los suficientemente cerca para hacerse oír se decidieron.

—¡Deteneos...!— Gritó Stephan con voz autoritaria.

Candy miró hacia donde venía la voz que había reconocido de inmediato. Las  lágrimas de alivio se asomaron por sus ojos y azuzó a Niebla en su dirección. Aún no estaba a salvo, no hasta llegar a él.

—¡No...! —Advirtió de nuevo el boyardo al ver que el hombre apuntaba  en dirección a Candy.

El cabecilla  levantó la mano para indicar a sus hombres que se detuvieran, necesitaba ganar tiempo. Aquello era un imprevisto que bien les podría perjudicar y gravemente. La jovenzuela se había escapado hacia quien quiera que estuviera aguardando por ella tras los árboles, y lo que era peor, en terreno elevado. Tenía que reconocer que estaban en clara desventaja. Pero a simple vista, se trataba solo de un hombre y ellos en cambio, eran tres.

Decidió apostar fuerte.

—¡No queremos líos! Sólo la queremos a ella...— Dijo apartando la pistola que empuñaba.— Dánosla y nadie saldrá herido.

El boyardo observó el aspecto y los gestos del hombre. 

Estaba claro que mentía. 

—Por encima de mi cadáver.— Espetó Stephan quien apuntaba con su Nosin Nagat ruso a la cabeza del que se hacía llamar Jonas.

El ex militar reconoció enseguida la temible escopeta de cinco cartuchos con la que lo estaba apuntando aquel hombre de acento extranjero y empezó a cuestionarse si merecía la pena morir por una fulana.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora