Capítulo 99: Dunnottar Park IV

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La fiebre le hacía ver monstruos y sentía miedo; un miedo atroz a quedar sola, sin familia...sin amigos. Todo a su alrededor sufría distorsiones de la realidad, que la hacían encogerse de angustia mientras se aferraba con obstinación a la idea de que él la había rescatado de la lluvia y la había llevado a un lugar seguro.

Pero ella se sentía indigna y sucia. Solo quería su perdón y que la escuchara.

Luego sintió que era subida a lomos de un caballo y que alguien la llevaba a otro lugar. Cerró los ojos, hacía frío. Estaba envuelta en una gruesa manta de lana y el jinete había apurado el paso hasta llegar a una especie de edificio enorme y aspecto amenazador.

Voces apresuradas, manos que la lavaban y la vestían con un camisón de mujer. Después, la tumbaban en una cama, la tapaban con unas mantas y ella caía en un sopor profundo mientras luchaba por respirar.

Se ahogaba. Se ahogaba en el río mientras su cuerpo caía inerte y era arrastrado a las profundidades. Agua, agua en los pulmones y unas manos la rescataban del olvido. De la muerte.

Calor, sentía mucho calor ¿una hoguera?

"¡Albert! ¡Albert! ¿Eres tú...? "

Alguien venía y le refrescaba la frente con un paño.

Una voz suave la animaba, le decía que necesitaba que fuera fuerte, que resistiera... y ella lo intentaba. Lo estaba intentando con todo su empeño.

Después esa voz se quebraba conteniendo el llanto.

Pasaban los minutos, las horas. Ella sentía que el tiempo se alargaba, mientras su cuerpo se estremecía por la fiebre.

"Albert yo...yo no te odio, no te odio en absoluto..." pensaba en delirios, mientras recordaba angustiada el dolor reflejado en sus ojos en aquella maldita fiesta.

"Yo quería decirte lo de nuestro hijo, pero no sabía cómo...no sabía cómo..." gemía sintiendo lágrimas rodando por sus mejillas.

Y por fin el llanto liberador la hizo encogerse sobre sí misma en aquella cama desconocida. Gritó, gritó con fuerza mientras se estremecía por los sollozos.

Veía el rostro de la hermosa pelirroja embarazada de él...y ella se burlaba. Lo besaba apasionadamente, mientras una hermosa niña rubia correteaba alrededor de ellos y Albert la levantaba del suelo feliz, mientras la niña se agarraba de su cuello y lo miraba con adoración. Veía el rostro atractivo de la enfermera rubia que lo reclamaba para sí.

Él no te ha dicho nada, querida...para él solo eres su juguetito. — Le decía la visión de la joven enfermera.

Candy se ahogaba por la angustia.

Pequeña idiota...no significas nada. Solo eres su experimento social. Algo con lo que entretenerse antes de comprometerse oficialmente con alguien más digno que tú.- Añadía la perturbadora imagen de Vanessa Higgins vestida con un sugerente traje de noche.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora