Capítulo 83: Una invitación inoportuna

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Albert desembarcó en Southampton y fue directo a Londres, tenía prisa

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Albert desembarcó en Southampton y fue directo a Londres, tenía prisa. Necesitaba supervisar la marcha de los negocios de la familia y aunque moría por arreglar su penosa situación personal, su familia lo necesitaba y se debía a ella. Desde que había estallado la guerra no había tenido la oportunidad de ver con sus ojos la situación.

Después de los bombardeos, la fábrica había estado a punto de cerrar. Se temía tras los últimos informes que la familia tuviera que invertir más dinero del previsto para optimizar los procesos de fabricación y abogaba por implementar cambios que reportaran un mayor beneficio económico. Algunas de las máquinas habían quedado inservibles tras los bombardeos.

Ahora estaba revisando los balances y temía que esos cambios hubieran llegado demasiado tarde. Pero, tenía la esperanza de que su hombre de confianza pudiera solucionar los problemas ocasionados por la falta de mano de obra cualificada. Se había decidido a contratar mujeres que pudieran hacerse cargo de las máquinas de hilar que había decidido importar directamente de Estados Unidos. Las cuales tardarían meses en llegar.

Estaba en su despacho de las oficinas de Londres preocupado por la demora.

Habría preferido adelantar el viaje, pero había tenido problemas con Olivia. Le estaba reclamando demasiado. La presión le estaba empezando a pasar factura aunque tenía la esperanza de que pronto se cansaría. Albert estaba seguro de que Georges averiguaría  la verdad de ese asunto. De momento, sólo podía reconocer a la niña como propia aunque con serias reservas y no quería ningún otro tipo de  compromiso con alguien que estaba obsesionado en ganarse su corazón.

Albert no podía, ni quería nada de ella. Más allá de lo que él podía darle como tutor de la criatura. 

Fleur no tenía la culpa de su estúpido error de juventud y no quería que usara a la niña para chantajearlo. Porque tenía la terrible impresión de que el reportaje del Chicago Tribune no había sido casual. La nueva Olivia nada tenía que ver con la joven que había conocido en África y él lo sentía profundamente.

Recordaba la cara de la tía Elroy cuando ésta le enseñó el reportaje escandalizada y también sus reproches. No poco escándalo había provocado el malintencionado artículo en su círculo social cercano. Miradas de soslayo, sonrisitas conspicuas y codazos mal disimulados que habían contribuido a darle cierta fama de disoluto.

Cruzaba el océano por Candy y también en parte porque deseaba alejarse en lo posible de la prensa y de todo lo que tuviera que ver con Olivia. Tenía la esperanza en que pronto se cansarían. No creía que pudieran sacar más trapos sucios de los Ardlay, por la sencilla razón de que no los había.

Además, si lo que ella quería era conquistarlo no había nada que lo persuadiera más que el afán de sacar provecho y la ambición de la muchacha. Tenía la vaga sensación de que quería utilizarlo y aquel sentimiento lo perturbaba, lo molestaba profundamente.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora