Candy bajó por la magnífica escalinata de mármol italiano hasta llegar al amplio y luminoso comedor donde había dispuesto un desayuno en toda regla. Había tostadas, café, té, zumo de naranja, mermelada, mantequilla, queso fresco, huevos, bizcocho y toda una serie de deliciosas pastas con fruta escarchada por encima.
Albert la estaba esperando al pie de la escalera. Cuando la vio aparecer sus ojos se dilataron y un leve rubor tiñó sus mejillas.
Ella sonrió sabiendo lo que él estaba pensando en aquellos momentos.
"Mmmm...Te gusta lo que ves ¿verdad?. Tus ojos ya no me engañan, William Albert Ardlay..."
El la tomó de la mano con gracia ayudándola a bajar el último escalón.
—Muchas gracias por los regalos, Albert. Tienes un gusto exquisito.—Afirmó Candy emocionada, admirando su vestido nuevo.
El joven sonrió con satisfacción. Se alegraba de que le gustaran ya que se había esforzado especialmente para hacerla perder el aliento. Aunque bien cierto era que había recibido ayuda.
—Dale las gracias a Vanessa, Candy. Ella me ayudó a escoger los vestidos. Las mujeres sois especialmente detallistas en estos asuntos; es increíble la variedad de cosas que hay que tener en cuenta para que un conjunto resulte aceptable y adecuado. Aunque ...Ehem...yo también he puesto de mi parte.— Dijo disimulando su modestia.
Candy sonreía. Esa virtud de Albert lo hacía especialmente encantador a sus ojos. Tan encantador que no pudo evitar ponerse de puntillas hasta rozar su mejilla con los labios.
—Gracias...—Dijo dándole un casto beso, sabiéndose observados por el servicio, mientras sus ojos prometían otra cosa.
El joven la devoró con los ojos, mientras intentaba disimular sin mucho éxito su creciente excitación.
Además su deseo por ella estaba aún lejos de haberse saciado.
—Nada es demasiado cuando se trata de tí, Candy.— Le dijo con voz suave, mientras le acomodaba la silla y ella se sentaba.
Las doncellas intercambiaron miradas cómplices y se fueron a la cocina, sabiendo que el dueño de la casa quería agasajar personalmente a su invitada. Y acaso también sospechaban que aquella hermosa joven era algo más que una amiga para él.
—Dime, ¿Te gusta lo que ves?— Le preguntó señalando el despliegue de comida en la mesa. —Conociendo tu apetito he dado instrucciones al cocinero para que se prodigue especialmente.
—¡Esto es demasiado incluso para mí, Albert!—Exclamó con una sonrisa.
La habían decorado con un centro con flores silvestres y otras tantas recogidas del jardín que rodeaba la mansión. Él en persona se había encargado de hacer el arreglo, desde el mismo instante en que supo de su mejoría. Lo que no esperaba era que lo que sentía por ella se interpusiera en sus planes, ni tampoco había previsto lo que se vino después. Sólo de pensarlo sentía que su masculinidad se despertaba y aquel no era el lugar más indicado para que sucediera.
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Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte [Libro 3]
FanficLa tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...