La tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...
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Chenonceaux, castillo de Chenonceau. Francia 1916
Olivia Johnson tomó la decisión de abandonar el campamento de la cruz Roja de Kenia, para poder escapar de aquellos sentimientos devastadores. No quería volver a verlo, no quería volver a sentir nada por nadie. Así que cuando supo que en Europa la Gran Guerra se recrudecía, no vaciló en apuntarse como enfermera voluntaria para ayudar en el frente.
Eligió como destino final Francia. Quería estar alejada de todo lo que pudiera recordarle a William Layard. Quería servir a los otros...estar donde sus conocimientos y experiencia fueran necesarios. Hablaba con fluidez el idioma gracias a su madre francesa. Y no le fue difícil integrarse y ganarse la confianza de sus compañeras cuando llegó a su destino en la pequeña cuidad de Chenonceaux en el centro de Francia.
El enorme castillo de Chenonceau había sido habilitado como hospital tras el estallido de la guerra en tan sólo doce horas. Personas coordinadas por la impetuosa Simeone Menier habían logrado almacenar los muebles en dos de las enormes habitaciones, habían quitado los cuadros, se había etiquetado el espacio de las paredes para poder reubicar los muebles, la gran biblioteca fue tapiada y pronto se habían dispuesto 50 camas en cada una de las galerías, así como hasta veinte camas repartidas entre las numerosas estancias que antes habían hospedado a invitados ilustres. Este hospital también contaba con un aparato de rayos X que permitía llevar a cabo diagnósticos con precisión por los médicos y enfermeras que trabajaban sin descanso para atender a los numerosos heridos que no dejaban de llegar desde el frente.
La enfermera Simeone Menier había sido la responsable de llevar a cabo tan noble y ambicioso proyecto, con el apoyo de su esposo George. Aunque el castillo era propiedad de su suegro, el senador y empresario Gaston Menier, la enfermera Menier administraba el hospital que su suegro había financiado usando su considerable fortuna en un arranque de generoso patriotismo.
Un joven llamó particularmente la atención de Olivia por la naturaleza de sus lesiones. Se llamaba Dominic Le Franc, era subteniente de la aviación francesa y había llegado en muy mal estado tras ser dado por muerto en el frente de Champagne. Extrañamente, había abierto los ojos en la ambulancia que trasladaba los cuerpos de los compañeros muertos y había caído en un extraño sopor del que aún no se había recuperado. Lo habían trasladado de un hospital a otro, hasta que un alma caritativa lo acabó enviando a uno de los hospitales mejor pertrechados de Francia en aquel momento.
Olivia lo observó de cerca. Aún era joven, muy joven, puede que no sobrepasara la veintena. Era apuesto, tenia el cabello castaño claro y sus heridas eran de diversa consideración. Tenia la cabeza vendada, las extremidades, el pecho, allí donde había impactado la metralla y los proyectiles de las ametralladoras enemigas. Le habían dicho que había participado en una dura batalla aérea contra un peligroso piloto alemán y que heroicamente había conseguido aterrizar antes de caer desvanecido en los brazos de un compañero; instante en el que lo habían dado por muerto. Según su historial, una intervención de urgencia le había salvado la vida pero el joven aun no había dado ninguna señal de haber recuperado sus facultades mentales. Estaba sumergido en un raro sopor; comía como un autómata, como si su espíritu lo hubiese abandonado. No se le conocía familia, ninguna persona había preguntado por él aún. Lo poco que se sabía era que tenía una novia en algún lugar a juzgar por una ensangrentada foto de la que nunca se desprendía. Eso y el nombre de su compañero de escuadrón: Alistair Cornwell, que pronunciaba en pesadillas, era lo único que podía aferrarle a la realidad de una vida que había estado a punto de perder.