Capítulo 26: Un trato con el diablo

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AArthur Mc Bride estaba satisfecho

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AArthur Mc Bride estaba satisfecho. Las últimas noticias eran buenas. Sus hombres se habían hecho cargo del problema de Sâo Paulo con rapidez y eficacia. Los negocios de William habían sido seriamente dañados. El principio del fin estaba cerca y él no podía evitar sentir la ansiedad del cazador correr por sus venas enardecidas porque su cruzada contra los Ardlay estaba siendo un éxito, tal y como su padre hubiera querido.

Estaba seguro que el extraño William iría en persona a investigar in situ lo ocurrido y sería en ese momento, cuando finalmente podría acabar con él de una vez por todas. Todo estaba dispuesto para hacerlo caer en la trampa y no podía esperar a verlo con sus propios ojos. Quería oírlo suplicar antes de acabar con su vida.

La bastarda de Cecily había desaparecido de la faz de la Tierra y él confiaba en que fuera lo suficientemente estúpida como para intentar acercarse a su hija y así darle su merecido, pero hacía meses desde que la había visto por última vez así que ya casi descartaba que volviera a tener noticias suyas. Detestaba la traición y le dolía aún más saber que ella había sido la principal artífice de la campaña de desprestigio que se había urdido en su contra. La justicia andaba tras él e intentaba escabullirse, haciendo de las suyas en las sombras, discretamente, como su padre le había enseñado.

Ahora que su padre ya no estaba sentía la necesidad de volver a formar una familia. Sabía de la existencia de su hija biológica porque no se le escapaba que sus escarceos con Eliza Lagan habían dado su fruto. La habían llamado Charity, un nombre curioso. Su familia no se caracterizaba precisamente por ser caritativa, más bien todo lo contrario. Aquellas personas que la habían acogido eran buenos cristianos, queridos en la comunidad en la que vivían. Un lugar tranquilo, como una isla en mitad de la vorágine depredadora en la que se había convertido la cuidad de Chicago. Los tiroteos entre bandas de gánsteres rivales se habían convertido en el pan nuestro de cada día. Y Arthur se divertía haciendo apuestas sobre cuál de las bandas existentes sería la que finalmente iba a sobrevivir a lo que se le venía encima. Porque él no estaba dispuesto a dejar de lado lo que le había costado tanto trabajo cosechar. Parte de ello era de cosecha paterna, pero la otra parte le había costado mucho sudor y lágrimas aprender.

Ahora que ya no estaba no sentía tanta presión sobre él pero su sombra era alargada y su fama una losa.

No, no era fácil ser hijo de uno de los más peligrosos criminales del país. Y él quería que se le tomara en serio. De modo que se propuso ser más implacable y duro que el propio Oberón por eso, tras pagar a los padres adoptivos de su hija una indecente cantidad de dinero por las molestias, consiguió llevarse a su hija con él.

Sabía que la niña estaba bajo la tutela y protección de su más acérrimo enemigo y sentía que con este gesto mataba dos pájaros de un tiro. No solo recuperaba a su descendiente si no que con este gesto desafiaba abiertamente a los Ardlay al llevarse por la fuerza a una hija de su casa. La niña era morena de tez pero, en cambio, tenía sus mismos fríos ojos azules y el cabello rizado de Eliza Lagan. Charity no puso ninguna resistencia, más bien, todo lo contrario. Parecía fascinada con toda la cantidad de juguetes y vestidos nuevos con las que fue obsequiada nada más llegar al hogar de los Mc Bride.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora