Capítulo 27: Una revelación junto al fuego

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"Albert

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"Albert... ¿Cómo has podido si quiera plantearme que renuncie a tí ? ¿No te das cuenta de lo mucho que te amo?"

Candy vio cómo sacaba un sobre de un cajón del armarito de la sala de estar tras dejar el pescado fresco sobre la encimera.

—Ten, me entregaron esto para tí.

—¿Qué es?

—Tú solo abre el sobre, Candy...— Le pidió mientras la observaba con vivo interés.

Candy empezó a leer y su gesto fue cambiando a medida que asimilaba y comprendía el contenido del informe.

—¿Qué significa esto, Albert? Aquí dice que mi madre tuvo mellizas y que...que ... una nació muerta— añadió con la voz quebrada.

Él negó con la cabeza y su voz sonó pausada, dulce.

—No exactamente, Candy...

Ella levantó la vista, con los ojos brillantes fijos en él.

—¿Qué quieres decir con eso, Albert? Este documento lleva el membrete del Hospicio de Santa María de la Piedad...y según este registro mi hermana y yo nacimos allí.—La voz le temblaba, le parecía casi imposible de asimilar.

Luego señaló con un dedo un párrafo en especial.

— Reconozco el nombre de mi madre...aquí mismo...Esto...esto es demasiado increíble para ser cierto.

Miró a Albert buscando con desesperación su rostro, buscando su apoyo...lo que aquel documento revelaba era una hecho casi imposible de creer. Le costaba respirar y sentía que su enfado inicial con él se iba diluyendo, superada por la realidad de aquella revelación tan extraordinaria.

Él la observaba intentando buscar las palabras adecuadas para contarle lo que sabía sobre Marnie Williamson.

—Tu hermana vive, Candy... De hecho, estuvo trabajando desde muy niña para esas horribles monjas del hospicio. Ellas la secuestraron y se la arrebataron a tu madre.

Ella se llevó las manos a la boca, intentando reprimir una mueca de horror mientras sentía que los ojos se le llenaban de lágrimas. Algo parecido a las náuseas trepaba por su estómago hasta instalarse en su garganta. Era demasiado cruel.

—Ay, Dios mío...No puede ser ¿Cómo puede haber en el mundo gente tan mezquina? Separar así a un hijo de su madre. Esas monjas no son piadosas, ni buenas personas, Albert.

—No, no lo son...—Admitió con pesar.

Candy se quedó en silencio, mientras volvía a hojear los documentos con interés y ansiedad.

Albert guardó los aparejos de pesca y se descalzó, mientras la observaba con atención. Le habría gustado decírselo antes, pero tras la discusión en el lago, juzgó necesario entregarle el sobre para que descubriera por ella misma la verdad sobre su hermana melliza desaparecida. Era un asunto delicado, algo que la madre de Candy seguramente querría mantener enterrado en su memoria y su corazón.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora