Capítulo 34: Un nuevo miembro para la familia Archer

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Clarice se despertó en su cama cuando la tarde ya había caído

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Clarice se despertó en su cama cuando la tarde ya había caído. 

En la mesilla de noche tenía una jarra de agua de la heladera y a su lado, sentado en un sillón de orejas tapizado en cuero la observaba el hombre que amaba más que a ella misma.

"Scott, perdóname...¿Cómo iba a decirte que ella había muerto? No podía  añadir más dolor a la pérdida de nuestra Candy" pensó mientras se reincorporaba.

Le dolía la cabeza, estaba mareada  y todavía sentía una opresión en el pecho que la impedía respirar  con normalidad. 

—Cariño...¿Estás mejor? .— Preguntó preocupado mientras se sentaba en el borde del colchón, a su lado.

Le tomó las manos entre las suyas. Estaban frías. 

—Oh...Dios mío...mi pequeña, mi niña...mi niña...Charlotte, mi Lottie...

—¿Charlotte?

—Sí, ese fue el nombre que le puse...— Murmuró Clarice mientras sentía que no podía detener las lágrimas que rodaban incesantes por su rostro  congestionado. 

—Pero ¿Por qué no me lo dijiste?—Inquirió  con la voz rota. 

A él le dolía la garganta, se sentía incapaz de pronunciar una palabra más.

—Scott, yo...yo...

Ella empezó a llorar, no podía, no encontraba las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos.

—...Tenía todo el derecho del mundo a saberlo, Clarice.—Le reprochó mientras se secaba las lágrimas con el dorso de las manos.

Ella lo miró con los ojos enrojecidos e irritados.  

—¡Pensaba que estaba muerta, Scott! No podía añadir más dolor al que ya tenía en mi corazón tras entregar a Candy en el hogar de Pony. 

—Pero...

Ella le puso un dedo sobre los labios obligándolo a guardar silencio. Lo miró a los ojos suplicante.

—Por Dios, Scott ya te había ocultado que estaba embarazada porque no quería ser una carga para tí, que ya te habías prometido a otra. Hui a Estados Unidos buscando una vida mejor sin saber que esperaba mellizas... Y en mi desesperación, busqué una ayuda que me negó la prima Marjorie. Mi propia familia me echó a la calle y solo el hospicio para madres solteras de Santa María de la Piedad me ofreció el refugio que necesitaba. Sin saber...sin saber  que ¡Oh Dios mío! — sollozó Clarice abrazándose a su esposo quien abrió sus brazos para recibirla. 

—Cariño, lo siento.—Susurró comprendiendo su dolor.

Clarice lloraba contra su pecho.

 — Charlotte...¡Mi niña...! Todos estos años creyendo que estaba muerta. Y ahora ya  no sé qué sentir...ni qué pensar. Todo es tan maravilloso. — Dijo sofocada, superada por la situación.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora