Capítulo 5: Un viaje a Northumberland

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—¡Marisa! ¿A dónde crees que vas?—Preguntó Lord Higgins alterado al ver a su mujer preparando sus maletas de viaje

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—¡Marisa! ¿A dónde crees que vas?—Preguntó Lord Higgins alterado al ver a su mujer preparando sus maletas de viaje.

Ella estaba furiosa, sus ojos negros lo miraban con decepción y profundo disgusto. Tras deducir que el encuentro entre él y su futuro yerno había sido un desastre, estaba convencida de que su marido había sido el culpable de que Vanessa no quisiera quedarse a comer. Y lo peor fue confirmar sus temores por boca de Lord Higgins. 

—Déjame, Charles. No quiero estar cerca de tí, no ahora mismo. Te has comportado como un patán, tu no eres el hombre distinguido y educado con el que me casé.—Dijo ella mientras le daba indicaciones a su doncella personal para que se ocupara del resto de equipaje que necesitaría para pasar unos días en su casa de campo.

Estaba situada en el condado de Northumberland, en Newcastle. Esa casa había sido de sus abuelos maternos. A Charles no le gustaba demasiado por que estaba demasiado al norte pero a ella le traían recuerdos divertidos de su infancia y era un lugar al que le gustaba ir. Tenían personas que se encargaban de su mantenimiento, aunque después de la guerra había una familia que vivía en la casa del jardín de forma permanente. Marisa había decidido alojarlos allí y se encargaban de cuidar de la propiedad mientras los dueños hacían vida en Londres. 

—¡No puedes dejarme así!—Protestó su marido con el rostro enrojecido.

Pero Marisa no estaba dispuesta a dejarse intimidar ni chantajear por el aspecto desesperado y desvalido que ahora le ofrecía. Todavía tenía muy presente el disgusto de su niña y le dolía la reacción injustificada de su marido contra su futuro yerno. Además, estaba segura de que su hija estaba embarazada. El disgusto no le había debido sentar nada bien y se sentía furiosa.

—¡Claro que puedo! Me voy a nuestra casa de campo en Northumberland. Puede que allí acabe por perdonarte, Dios Mediante. Pero ahora mismo, necesito estar lejos de tí. —Dijo ella mientras le entregaba a su doncella las prendas que tenía pensado llevarse.

Lord Higgins intentó interponerse en su camino, mientras ella seguía sacando prendas y recogía alguno de sus enseres personales.

—¡No, te lo prohíbo! Soy tu marido, por Dios Santo.—Le increpó mientras la tomaba por los hombros para intentar hacerla cambiar de idea.

Pero ella estaba decidida.

—Charles Romuald Higgins, tú no puedes prohibirme nada. Tú has sido quien ha ganado más con este matrimonio que yo, no lo olvides. Y ahora apártate de mi camino, si no quieres que te eche encima a toda mi familia. —Le advirtió mientras blandía un cepillo de cabello de cerdas de jabalí y mango de plata labrada con motivos florales ante su cara. 

—No te atreverás...— Siseó entrecerrando sus congestionados ojos avellana.

Ella sonrió. 

—Por supuesto que sí, querido. Me conoces y sabes que  no gozas de la simpatía de todos. Es más, incluso es posible que alguno te tenga ganas. Así que por favor, sé razonable y apártate, me estás impidiendo el paso.—Dijo mientras guardaba el cepillo y varios frascos de perfume en una pequeño y coqueto neceser de viaje. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora