Capítulo 87: Un baile en Almack s II

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—¡Mamá, la casa del abuelo es maravillosa

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—¡Mamá, la casa del abuelo es maravillosa...! Es regia e impresionante. Ni en mis mejores sueños podría haberme imaginado que tal cosa existiera y fuera de mi familia. — Le dijo Candy nada más llegar a la imponente residencia que tenían los Bruce en Kings Road. 

La residencia tenía tres plantas y un imponente jardín rodeado por un poderoso muro de piedra y rematado con una verja de hierro forjado con el escudo de la familia. Este había sido  creado por un hábil artesano y lo había fijado en los altos barrotes rematados en puntas de lanza que formaban parte de una elegante e impresionante puerta enrejada. 

A Candy siempre le había gustado Londres, a menudo había deambulado por sus amplias avenidas y en cierta noche se lo había encontrado en plena calle. El rostro de la joven volvió a perder el color tras recordar aquel memorable encuentro, mientras él hacía girar su cuerpo como si fuera un carrusel y las risas de los dos lo llenaban todo. 

De pronto, sus ojos volvieron a ensombrecerse y no obstante, gracias al amor que podía respirar en aquel entorno familiar,  pudo recuperar la presencia de ánimo. Habían venido con ellas algunas personas del servicio y otras habían sido convocadas en Londres ansiosas por visitar a sus respectivas familias. Ellos recibirían un suplemento extra para poder compensar la molestia.  

—Es cierto, mi niña. Aunque el apellido no lo es todo...no lo olvides. Yo no fui demasiado feliz tras estos muros y a menudo Poppy se encargaba de recordarme cuál era mi lugar.—Repuso con amargura.

Su hermana le dio un afectuoso abrazo fraternal. 

—Lo siento, querida...

—Cierto, pero ella ya no está aquí para torturarte.— Le comentó Scott quien al final había accedido a acompañarlas.

Poco después, Leticia se fue  a su antigua habitación en busca de complementos que pudieran servirle para el baile. Había ido hasta su armario donde aún guardaba entre papel de seda muchos de los vestidos de su juventud. También había traído ropa en los baúles de su equipaje pero ansiaba el vestido color aguamarina que tan bien le había sentado siempre. Los niños habían quedado al cuidado de la niñera en Annandale, junto con el abuelo que no tenía la más mínima intención de acudir a un evento que consideraba tan tedioso como superficial. 

—Yo ya no tengo edad para esos trotes, mis niñas...— Les había dicho mientras observaba preocupado las raíces aéreas de una de sus orquídeas más valiosas languidecer tras los cristales de su invernadero. —Id vosotras y no os preocupéis por mí. Estaré bien cuidado, la señora Albright cuidará de mí mientras no estéis.—Añadió mientras movía la cabeza con disgusto  y suspiraba con impotencia. 

—Sabemos cómo se las trae la cocinera...procura no abusar de la carne, ni de los pasteles, por favor, papá. Y come más fruta, no te hinches a mermelada que ya sabemos lo que te engorda.— Le había recomendado Clarice preocupada por su estado de salud. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora