Capítulo 1: ¿Dónde estás mi príncipe adorado?

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Candy W

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Candy W.  Archer llegó a Liverpool tras seis días de travesía en el RMS Caronia. Se sentía feliz, sus padres se habían casado durante el viaje, el capitán del transatlántico había oficiado la boda y durante la sencilla ceremonia ella no había podido evitar las lágrimas.

Se había celebrado un baile en honor a los novios y habían cenado en la mesa del capitán Eilean Smith. No creía haber visto nunca una pareja más feliz que sus padres y su corazón se conmovió profundamente.

Habría deseado que todo el mundo estuviera presente aquel día. Se moría de ganas de contárselo a la hermana Lane, a la señorita Pony...a Albert, a sus amigos, a todo el mundo. ¡Era tan feliz! Gilbert había conocido a una joven irlandesa durante el baile y Ben había estado coqueteando descaradamente con las camareras. Sin embargo, sabía mantener las distancias y Candy sospechaba que su corazón ya estaba ocupado pero ¿Por quién?

La boda de sus padres la había tomado por sorpresa y había sido el acontecimiento feliz que había disipado todas las penas que llevaba en su interior. Legalmente sus padres, su hermano Gilbert y ella ya constituían una familia y se sentía afortunada. Se sentía como si estuviera viviendo un sueño.

Ya nadie iba a cuestionar su origen, nadie iba a insultarla más aludiendo a éste último...aunque aquello en realidad, nunca le hubiese importado. Pensó en lo afortunada que había sido teniendo a dos madres como la hermana Lane y la señorita Pony y sonrió. Siempre se había sentido querida, lo que era más de lo que muchos otros niños huérfanos o abandonados habían tenido.

La fina cadena de plata de la que ahora colgaba la sortija de Priscilla Ardlay y la cruz de Pony le infundían coraje y valor ahora que estaba lejos de sus seres queridos. Podía sentir la materialización del amor de él en aquel preciado objeto que ahora tenía cerca de su pecho, podía sentir la intensidad de sus sentimientos en la hermosa joya que refulgía a la luz del sol, junto con la cruz de la señorita Pony. Estrechó ambas joyas entre sus manos, las besó y suspiró mientras recordaba todos los hermosos momentos que había compartido con aquellos seres que amaba.

Ahora los separaba un océano.

Ben había ido mejorando sus modales y ya no se mostraba tan hosco con su padre como al principio. La joven sabía que en parte, su cambio de actitud se la debía a Clarice, a su madre. Era mejor no contradecirla cuando se enfadaba.

La joven le reconocía su parte de razón. Su padre, Scott, también había ido suavizando sus modales para con su cuñado y era algo que todos agradecían. No era necesario añadir más tensión a una relación incipiente. Ambos amaban a Clarice y no tenían por que guardarse rencor una vez la madre de Candy hubo aclarado las cosas.

Los estragos de la guerra estaban en todas partes, el bloqueo alemán había hecho que escasearan los bienes básicos para sobrevivir. La especulación con los alimentos había multiplicado el precio de la comida.

La protección que les ofrecían su padre y su tío, a ella, a su madre y a su hermano hacía que se sintiera más tranquila y también hacía que el largo trayecto hasta su destino se hiciera más ameno.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora