La tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...
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Georges abrió los ojos consciente del punzante dolor en su hombro derecho, del olor a sangre, a tierra mojada...Consciente de que había salvado la vida de milagro gracias a la oportuna presencia del cadáver que estaba encima suyo, desmadejado como un muñeco roto. Y sintió un estremecimiento de horror. Le conocía: era uno de sus hombres .
—Lo siento, amigo...—Le dijo tras cerrarle los ojos que permanecían abiertos, vidriosos, fijos en él. Con pesar y doloroso esfuerzo apartó su cuerpo, se reincorporó y tras varios intentos logró salir de la zanja en la que habían caído él y varios de sus hombres.
La pista forestal que les llevaba al pueblo estaba cubierta de un lodo rojizo tras las lluvias recientes. Podía oler el perfume de la vegetación, ver la bruma de la tarde caer sobre la selva, mientras el dolor del hombro se hacía cada vez más intenso. Aún aturdido, su mente rebuscaba entre los recuerdos de lo sucedido.
Recordaba los disparos, los gritos de dolor de sus hombres mientras uno a uno eran abatidos por los asaltantes. En su mente oía la voz apremiante de de William, sus instrucciones, el sonido de su revólver disparando.
—Es una trampa...— Había dicho mientras apuntaba a la cabeza del hombre que venía a por ellos mientras Georges trataba de controlar el vehículo, en un vano intento de sacarles ventaja. Los cristales de la ventanilla delantera fueron alcanzados por un par de disparos del hombre que los perseguía a caballo tras despachar a la escolta que protegía al propietario de la fábrica.
—Por Dios Bendito, Georges...acelera...—Le había dicho apremiante, mientras intentaba hacer blanco en el jinete del caballo negro.
—No se preocupe...
Era extraño. El vehículo no parecía tomar velocidad y Georges dedujo que habían alcanzado al depósito de combustible. Pronto les iban a dar caza.
"Maldita sea..."
Habían caído en una emboscada y Georges intuía que el objetivo real era el señor William.
Comprendió que siempre había sido así y se culpó por no haber conseguido persuadirlo de venir a Brasil en persona. La quema de la fábrica había funcionado como señuelo. El artífice de aquel plan maquiavélico tenía un nombre bien conocido por Georges y su rostro se contrajo por la ira.
Buscó a su jefe, pero no encontró ni rastro de él. Lo llamó por su nombre de pila pero solo le respondió el viento entre los árboles. Alrededor solo había muerte y desolación.
"Señor William..." pensó sintiendo una creciente aprensión en el pecho. No podía perderlo a él también, no cuando había dado su palabra a su padre, no cuando le había prometido que lo cuidaría.
"No..."
Esa pérdida era inasumible para él, para su familia.
Las lágrimas de frustración fueron cayendo a medida que pasaban las horas y se hacía más que evidente que su protegido había desaparecido. No le tranquilizaba en absoluto saber que William fuera un hombre de recursos más que capaz de defenderse y valérselas solo. Era un joven de notable fortaleza lo cual le hacía albergar la esperanza de que quizá había conseguido sobrevivir: su letal puntería había dado cuenta de más de un asaltante tal y como pudo constatar tras observar más de cerca a alguno de los cadáveres de los delincuentes.