Capítulo 4: Una pedida de mano accidentada

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Vanessa Higgins fue al hotel Savoy donde la esperaba Georges con manifiesta impaciencia

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Vanessa Higgins fue al hotel Savoy donde la esperaba Georges con manifiesta impaciencia. Sabía que su estancia en Londres iba a ser complicada para los dos, máxime a que él quería presentar sus respetos a sus futuros suegros. Sabía que él se sentía, cuanto menos, intimidado porque quería causarles una buena impresión.

Además, lo sucedido esa noche con William y su joven pareja, tampoco la había dejado muy tranquila. Lo había despedido con preocupación, el rostro demudado de su amigo le había dejado con muy pocas esperanzas de que arreglara lo suyo con Candy. Y no sabía cómo darle esa noticia a Georges, máxime a que estaba segura de que el escándalo de la pelea de los dos hombre en Almack's iba a dejar muy mal parada la reputación de William A. Ardlay. Estaba segura de que la mala prensa se haría pronto con la noticia y que iba a ser la comidilla de la alta sociedad durante bastante tiempo.

Georges ya había regresado al Savoy tras cumplir con su parte del trabajo y había quedado en que recogería al señor William para llevarlo a la estación de tren. Quería ir hasta Dunnottar Park, su residencia en Escocia, por alguna razón que se le escapaba y le concedía el tiempo que considerara necesario para solucionar sus asuntos personales en Londres.

Su futura esposa le había dicho que su madre era una dama amable y risueña y que estaba segura de que lo iba a recibir con amabilidad. No le había dicho nada en cambio de su padre: Lord Charles Romuald Higgins. Un hombre de carácter difícil y conservador. Georges sabía desde el principio que él no había visto con buenos ojos que su hija empleara el dinero de su dote para costearse los estudios en Oxford. Y sospechaba que tampoco le iba a parecer adecuado para Vanessa un hombre sin familia conocida que trabajaba de asistente para un magnate. Aunque fuera para alguien de una familia tan poderosa como los Ardlay, Georges Villiers no tenía un apellido ilustre que adornara su levita.

Lo iba a tener difícil, además sospechaba que ella estaba embarazada y tampoco tenía valor para preguntárselo. Georges, era respetuoso en ese sentido y pensaba que llegado el momento, ella se lo diría.

Pero todo cambió cuando ella llegó y se lanzó a sus brazos nada más abrir la puerta de la suite.

—¡Estoy embarazada, mi amor! —Exclamó mientras lo abrazaba con fuerza y las lágrimas de emoción rodaban por sus encantadoras mejillas sonrosadas.

—¡Mon Dieu...! —Exclamó emocionado.

Georges reía, mientras la levantaba del suelo, como si fuera una pluma y la abrazaba exultante. Estaba feliz y sus oscuros ojos brillaban a la luz de las lámparas de la elegante suite que compartían.

—¡Si...! No te lo había dicho antes porque temía tu reacción. No estamos casados aún y nos van a juzgar, Georges. Mi familia va a poner el grito en el cielo en cuanto se entere...me temo que se va notando demasiado.

—Tranquila, tranquila, mon amour. Ya lo sabía...— Le dijo mientras le tomaba la cara entre las manos y besaba tiernamente sus labios entreabiertos.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora