Capítulo 93: Un encuentro casual II

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Albert se detuvo a su pesar  y después le apartó el cabello de la frente con ternura. 

—Tienes razón, Candy.— Dijo dándole un tierno beso que la hizo recordar cierto momento compartido con él  en el bosque.  Aunque las circunstancias eran muy distintas aquella ternura, era tan auténtica y genuina como la de entonces. 

Sonrió abrazándolo con fuerza  para después ofrecerle la espalda desnuda, mientras volteaba la cabeza con aquella  sonrisa que él tanto amaba. 

—Ayúdame, Albert con los corchetes ¿quieres?— Dijo señalándole la espalda— No podemos aparecer de esta guisa ante toda esa gente de ahí afuera.

Suspiró. No podía evitarlo, no cuando la tenía tan cerca por fin. 

—Un placer, Candy...—Dijo mientras le iba depositando tiernos besos  a medida que le iba abrochando el perturbador vestido que lo había vuelto loco de deseo desde el preciso instante en que la había visto aparecer. 

Ella se estremeció con todos y cada uno de aquellos suaves besos. 

—N-no...e-eres de lo peor... —Le susurró tras un largo y sensual suspiro. 

Él quería que recordara esa noche. Que se le quedaran grabados a fuego, todos y cada uno de aquellos fugaces instantes de felicidad que habían compartido. 

—Lo sé.— Afirmó sonriente, a su espalda mientras le acariciaba  los pechos desde detrás, apartaba con suavidad su largo cabello rubio  y la besaba en la nuca, suave, lánguidamente. Ella contrajo la cara en una mueca de puro gozo,  mordiéndose los labios, dejando escapar un largo gemido. 

—Por todos los diablos...—Susurró él en su oído.—No sabes lo mucho que te deseo ahora mismo. 

—Y yo...pero no debemos, Albert.— Susurró ella con pesar.—Hay demasiadas cosas pendientes entre nosotros.

— Es cierto...— Suspiró mientras volvía a recuperar la compostura. 

Luego él, se apartó de ella con delicadeza y ella lo encaró de frente. Ambos tenían aún las respiraciones agitadas. 

Él sonrió con un brillo travieso en los ojos. 

—Este vestido es un espectáculo para la vista, Candy. Échale la culpa a él, por haberme revelado tus curvas...— Susurró en su oído, tras terminar de abrochárselo completamente, mientras ella volvía a estremecerse al escuchar el tono de su voz. 

Pero lo cierto, era  que no había mucho que abrochar, porque le dejaba gran parte de su espalda al descubierto. Y era la maldición y la bendición de aquella atrevida pieza de alta costura. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora