Capítulo 8: Un encuentro accidentado II

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Era rubio y tenía los ojos del color azul del cielo con motas doradas

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Era rubio y tenía los ojos del color azul del cielo con motas doradas. Vestía un elegante traje de chaqueta, corbata azul pálido y pantalón gris oscuro. Encima llevaba un abrigo de lana. Una mano masculina sujetaba una bolsa de viaje y en bandolera llevaba una funda de cuero que protegía lo que le pareció un instrumento musical: un violín a juzgar por su forma.

Marnie aspiró su perfume a lirios del valle mientras intentaba acallar los aterrados latidos de su corazón. Tenía mucho miedo. El salvaje de su padre adoptivo pronto la alcanzaría y dependía por completo de la compasión de aquel desconocido para que la ayudara a detenerlo, a escapar de sus garras.

—A-ayúdeme, por favor...—Le pidió con ojos suplicantes.

Stephan se la quedó mirando conteniendo el aliento. Era la criatura más fascinante que había visto en su vida. Sus enormes ojos de un extraordinario color ámbar con vetas esmeraldas, sus pecas en el puente de su respingona nariz y la forma delicada de su rostro, lo hizo perder el aliento mientras la ayudaba a reincorporarse y sentía sus pequeñas manos apoyadas en las suyas. No podía permitir que aquel hombre de aspecto desaliñado y mirada feroz que ahora detenía su carrera y avanzaba con decisión hacia ellos le hiciera daño a aquella delicada criatura. Porque no estaba ciego para leer sus intenciones en el rostro contraído por la ira del hombre.

—Póngase a salvo señorita, yo me ocupo. —Le pidió con calma a Marnie mientras él se encaraba con su perseguidor.

Ella se apartó y buscó refugio dentro de un Pub lleno de gente que se hallaba allí cerca.

Daniel quería cobrarse la pieza. Estaba deseando darle su merecido y pensaba disfrutar de cada minuto de ese tiempo precioso.

—Apártese, caballero. Esa zorrita es mía...—Espetó con todo el desprecio del que fue capaz.

Sin embargo, vio que el chico no se movía de donde estaba. El sonrió con desprecio y malignidad.

Así que aquel señorito quería vérselas con un hombre de verdad.

—Apártate de una vez ...—Repitió Daniel rabioso, arrastrando las palabras.

El joven encarnaba todo lo que despreciaba en un hombre. Además, por todos los demonios, encima olía bien. Sintió unas ganas repentinas de partirle la cara.

—¿En serio?—Se burló el alfeñique.

—¡En serio, jovenzuelo...! Apártate si no quieres que te reviente a golpes.—Amenazó mientras hacía estallar los nudillos de sus enormes y callosas manos.

Pero Stephan conocía a los de su calaña. No esperaba tener que pelear tan pronto. Desde el incidente de Londres se había quedado con las ganas de una buena pelea y aquella era la ocasión perfecta para resarcirse. Aquel hombre le parecía especialmente adecuado para entrenar sus puños.

Algo en su cara le pedía que lo golpeara y Stephan lo iba a hacer con gusto.

—¿No me diga...? No veo que ella haya querido nada con usted ¿no se ha dado cuenta? Ni si quiera lo ha esperado. Así que más le vale irse por donde ha venido.—Le dijo mientras se encaraba con él.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora