Capítulo 5: Reencuentro en Escocia

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Montrose, Escocia

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Montrose, Escocia. Mansión Annandale, finales de febrero 1917

Los Archer, en compañía de Ben Bruce, heredero del título de conde de Argyll llegaron sin problemas a la mansión ancestral de la familia. La guerra había dejado sin personal a la mayoría de las grandes casas de la zona. Muchos de sus jóvenes y no tan jóvenes empleados se habían visto obligados a ir a la guerra a defender el honor de un país que se veía asediado el bloqueo de los submarinos alemanes en sus costas. Bloqueo  que impedía la llegada de suministros básicos a la población y de materias primas para la fabricación de armas con las que enfrentarse al enemigo.

Su padre y su tío habían hablado con numerosos lugareños durante el largo trayecto desde Liverpool. Los bombardeos desde los zepelines se habían cobrado numerosas vidas, aunque también habían conseguido derribar otros muchos ingenios del enemigo. Hablaban de que el año anterior los alemanes habían enviado misiones sobre las islas, cada vez con más efectivos, que a menudo se habían desviado de sus objetivos por el tiempo o las averías; hablaban de bombardeos con artefactos incendiarios que producían pérdidas materiales y humanas crecientes en abundancia; aviones que despegaban en su caza sin grandes resultados... Preocupante, a fin de cuentas, para la población civil que vivía presa de una intensa paranoia, mirando al cielo con aprensión y temor.

Por suerte todo había cambiado en septiembre de ese mismo año, cuando el teniente William Lefee Robinson pudo conseguir el primer derribo de un dirigible: "el SL11, un Schütte-Lanz " y ahora era considerado un héroe nacional que lo había hecho ganar la Cruz Victoria.

Candy pensó en Stair en aquel momento. Y también pensó en aquel joven piloto francés que había muerto en el frente poco antes de que su amigo fuera derribado en Bretaña. ¿Cómo se llamaba?

"Dominic Le franc...", pensó  con tristeza; sólo tenía dieciocho años cuando murió abatido en el cielo de Francia. 

Stair ya nunca hablaba de él.

La llegada de millares de heridos desde el frente había desbordado la capacidad de los hospitales y muchas de las mansiones de ilustres familias se habían visto obligadas a ofrecer sus residencias como hospitales de campaña a los heridos. Las mujeres trabajaban muchas veces como enfermeras voluntarias y también organizaban juntas donde decidían en qué gastar el dinero que generosamente donaban los  para la causa sanitaria. 

Era preciso que todo el mundo arrimara el hombro y de todo eso fue consciente Candy cuando llegó a Montrose tras haber hablado con algunas mujeres del condado.

—Candy, mira...—Dijo su madre señalando la mansión ancestral de su familia.

Parte del servicio los esperaba a en la puerta principal para darles la bienvenida. Candy sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho cuando distinguió una alta figura de bigote, pelo canoso e intensos ojos azules.

— ¡Papá...! — exclamó  Clarice corriendo a sus brazos extendidos saltándose el protocolo.

—¡Oh, hija mía! Tan impulsiva como lo era...Ehem...tu madre. — Terminó susurrando para que Poppy no lo escuchara.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora