La cacería transcurría sin ningún incidente aparente sin embargo, Candy empezó a arrepentirse pronto de haber sido tan incauta como para atreverse a montar a caballo en su estado, aunque fuese una bestia tan noble como Goliat. El embarazo empezaba a ser más que evidente, por mucho que lo intentara disimular con ropas anchas y cinturones altos, el hecho empezaba a ser demasiado evidente para los numerosos y expectantes ojos avispados que había concentrados aquel día. Empezaba a sospechar que su tía Ariadna y su madre sabían más por lo que callaban que por lo que le habían dicho abiertamente.
La joven se mordió el labio superior con preocupación. Su vientre era pequeño, ella se había encargado de estar en forma y no había ganado demasiado peso, preocupada de que aquello pudiera interferir en sus quehaceres diarios. Sin embargo, los meses pasaban y saldría de cuentas en diciembre. Aún no se había atrevido a decirle nada a Albert al respecto. Tenía miedo de lo que podría hacer si se enteraba y sabía que se preocuparía enormemente por ella. Candy era muy consciente de lo mucho que él había sufrido en el pasado.
Era muy consciente del número de muertes prematuras habidas en las mujeres de su familia tras el nacimiento de sus hijos y no quería que él sufriera en la distancia por este hecho. Le informaría de la feliz noticia en el momento en que tuviera a la criatura en sus brazos. Sólo en ese momento, podría respirar tranquila...Estaba dispuesta a que él le reprochara cualquier cosa. Pero ella quería ante todo, ahorrarle sufrimiento. La guerra y un océano inmenso, lleno de peligros, los separaba. Nada iba a arreglar con contarle que estaba esperando un hijo suyo.
Pronto vendrían las preguntas por su marido y tendría que inventarse una buena excusa si no quería ser el blanco de habladurías que tirarían por tierra su reputación.
Y todo empezaría de nuevo. El mismo tormento por el que le habían hecho pasar los Lagan volvería a cebarse con ella.
Sin embargo, no estaba en absoluto avergonzada de haberse dejado llevar y amar a Albert en cuerpo y alma. Se sentía feliz de llevar dentro de sí un vástago suyo. Así que levantaría la barbilla y los desafiaría a todos.
Nadie le había dicho nada aún, pero estaba más que preparada para responder.
Y atacar si hacía falta.
Candy se fijó en que su tío Ben no se separaba del lado de la montura de Ariadna, empeñada con más determinación que ella misma, en participar en aquella cacería. Tenía una escopeta de fina manufactura que pensaba utilizar para cazar codornices y palomas torcaces si se daban las circunstancias propicias para ello. Ariadna no tenía suficientes agallas como para disparar a un ciervo macho adulto. En su opinión, aquellos animales eran demasiado nobles y hermosos para merecer una muerte como aquella.
No había monturas suficientes debido a que habían sido requisadas por el Gobierno pero el abuelo Thomas muy reticentemente y sobre todo por mediación de su hijo Scott les había prestado a los invitados algunos de los caballos que por edad o sus condiciones físicas, habían sido descartados por el ejército en su momento.
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Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte [Libro 3]
FanfictionLa tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...