Capítulo 37:Invierno en Chicago

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"Querida Candy,

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"Querida Candy,

Ahora que tengo tiempo me permito una vez más escribirte. La guerra se alarga, pero no temas. Calculo que el conflicto no durará mucho más. He estado buscando la forma de librarme de las muchas obligaciones que me atan ahora mismo aquí. Y créeme si te digo que para mí no existe nada más importante que tú.

Estoy esperando el momento de poder anular definitivamente la amenaza que nos separa. Arthur Mc Bride cumple una mínima parte del castigo que se merece en prisión, pero estoy seguro de que pronto cumplirá una condena justa.

Espero que te esté yendo muy bien en Escocia. Estoy feliz de que finalmente estés rodeada del amor de los tuyos.

En cuanto me sea posible tomaré el primer barco aunque tenga que pagar escoltas acorazados para llegar hasta ti, tomarte en mis brazos y formularte esa proposición que estoy loco por hacerte.

Te amo, no lo olvides...

Bert."

Albert se ruborizó cuando leyó la naturaleza apasionada de esta nueva carta que le enviaba como respuesta a la emotiva postal que ella le había escrito desde Escocia. De hecho, le había hecho ruborizarse tan intensamente como a un adolescente enamorado. 

En Chicago nevaba, las temperaturas se habían desplomado hasta alcanzar   varios grados bajo cero. Las calles estaban cubiertas por un manto blanco que no pocas veces se convertía en hielo y hacía patinar a los transeúntes. Había empleados del ayuntamiento de la cuidad que esparcían palas de sal para evitar que el hielo se convirtiera en una pista de patinaje mortal. El lago estaba helado y la cuidad parecía vibrar con los preparativos de las fiestas que el joven podía apreciar desde la altura del  edificio propiedad de su familia.

 La jornada estaba teñida de  una extraña normalidad, pese a la guerra y  William intuía que Alemania no tardaría mucho en rendirse. Estaba seguro de que a estas alturas del  año siguiente las cosas iban a ser muy distintas. Las acciones de las industrias del acero no paraban de subir debido a la demanda de materias primas  y   los ataques a los barcos mercantes habían ido disminuyendo paulatinamente. Sobre todo, gracias a las medidas contraofensivas de los Aliados  y calculaba que el ritmo de gasto en armamento e infraestructuras no le iba a permitir al agresor hacer frente a los contraataques de los Aliados sobre su flota. Muchos submarinos habían sido hundidos y los acorazados Aliados escoltaban ahora a los barcos mercantes en un valiente intento de restaurar el tráfico comercial interrumpido. 

Pero seguía siendo peligroso.

Albert suspiró. 

Las fiestas de Navidad estaban próximas y los recuerdos del año anterior acudieron perturbadores a su mente. La veía a ella, espléndida, con su dorada cabellera cayéndole sobre la espalda. Su sonrisa y sus dulces ojos mirándolo  mientras respondía apasionadamente a sus besos en la biblioteca y en la casa del jardín. A William se le había metido bajo la piel. Y cada vez sentía con más urgencia la necesidad de tenerla cerca. Pero debía detener al monstruo antes de ir a por ella. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora