Capítulo 40: Un zepelín, una propuesta y dos invitados extra.

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Navidad, 1917

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Navidad, 1917. Mansión Ardlay, Chicago

La fastuosa fiesta que se celebraba todos los años en la mansión Ardlay había atraído  a toda la flor y nata de la sociedad estadounidense. Las mujeres y los hombres vestían sus mejores trajes para hacer gala de ostentación, poder, riqueza y lujo. Personalidades de la cultura, la política, las artes y el mundo empresarial se habían congregado con gusto acudiendo a la llamada anual de los Ardlay. Muchos de los cuales tenían lazos matrimoniales con gente influyente de cada uno de los ámbitos allí reunidos y representados. Todos los que querían ser alguien o algo asistían a aquellas fiestas fastuosas. Y brillaban ajenos aparentemente al caos que sacudía el mundo. Se diría que la vida transcurría con la extraña normalidad que sólo protegía a los ricos. 

William pertenecía a esa élite y no porque lo escogiera. En la medida de sus posibilidades intentaba paliar en lo posible las necesidades de los menos favorecidos mediante la creación de fundaciones con fines benéficos. Quería devolver a la sociedad algo de los beneficios de los que él disfrutaba. La reforma del Hogar de Pony y la construcción de la clínica del Doctor Martin había sido uno de tantos proyectos que habían hecho que su popularidad se disparase entre las personas más humildes. Cosa que lo halagaba, pero también le hacía sentir incómodo cuando era reconocido por las calles.  Y para su desgracia, aquello ocurría más a menudo de lo que le era deseable.

Aquella noche sus sobrinos estaban alegres y radiantes. No preguntaron por qué los Lagan no habían venido y supuso que la tía Elroy les había puesto al corriente. 

Annie y Patty estaban especialmente hermosas aquella noche. Estaban felices, acompañadas por Archie y Stair. Y Albert sintió una punzada de envidia. Ojalá ella pudiera estar allí. Le habría regalado un hermoso vestido de fiesta que realzara su figura, el dorado de su cabello y sus ojos esmeraldas. Se preguntó si ya habría recibido su carta. 

La distancia entre los dos se hacía cada vez más pesada y dolorosa de soportar. Pronto haría un año desde que se habían separado. Y día a día tenía que padecer la agonía de no estar junto a ella. Ya no era tan sencillo de sobrellevar como antes. Cuando viajaba, antes del estallido de la Guerra, antes de que todo se complicara  también se carteaban todo lo a menudo que podían. Ahora todo era distinto. Era agónico y detestaba sentirse así.

 Desde que Cecily le había entregado aquella carta incriminatoria apenas había tenido tiempo de organizarlo todo para conseguir que le fuera practicada la autopsia al cuerpo de su padre cuanto antes. Las fechas en las que estaban no eran las más adecuadas y también necesitaba encontrar a un juez afín a la familia Ardlay que pudiera agilizar el trámite y cursar la orden necesaria para exhumar el cuerpo.

Archie estaba riéndose entre dientes,  Stair estaba cada vez más  colorado y Patty  intentaba guardar las apariencias.  ¿Qué estaba sucediendo?

Lo supo enseguida cuando un extraño artefacto en forma de zepelín cruzó volando el techo de la sala de baile en la que estaban.  Y de pronto, un gran  cartel se desplegó de la parte delantera del aparato ante la mirada curiosa de los muchos  invitados que cruzaron miradas de sorpresa y admiración.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora