—Candy...prométeme una cosa.—Le pidió Albert tras meter el equipaje de ambos en el maletero del coche.
Él no quería exponerla de nuevo a las habladurías, ni tampoco quería exponerse a la ira de su familia, no cuando había dado su palabra de respetar su virtud.
Aunque a ella no le importara en absoluto lo que dijeran de ellos dos a él si le preocupaba que fuera objeto de crítica en una sociedad que no toleraba a las mujeres como ella. Bien sabía sobre el destino de las jóvenes abandonadas por sus prometidos embarazadas a las que castigaban inmisericordes las reglas de una sociedad que condenaba antes de saber las circunstancias bajo las que ellas habían vivido. Albert no creía que fuera justo acusar a una chica de libertina solo por acostarse con su prometido antes del matrimonio. Ya que en ese caso, él también tenía tanta culpa como ella.
Engañar a una joven para tener sexo con ella a cambio de un compromiso falso era otra cuestión que no tenía defensa posible. Y despreciaba a los hombres que se jactaban de haber hecho precisamente eso, mientras sus exparejas languidecían en instituciones que decían cuidar de las "mujeres descarriadas" a cambio de vender a sus hijos a personas que no podían tenerlos, en el mejor de los casos. Sospechaba que eso era lo que le había ocurrido con su hermana melliza, sin embargo, se guardó de decírselo ya que no quería añadir más dolor a lo sucedido con ella.
Ese era uno de los motivos, a parte de su relación con Candy, por el que quería ocuparse personalmente de cerrar el Hospicio de Santa María de la Piedad en cuanto tuviera la ocasión.
Candy había quedado impactada por la información que él le había dado sobre su hermana desaparecida y no veía el momento en el que por fin pudiera decírselo a sus familiares.
—Prométeme...—Empezó con voz grave.
—Sí...—Dijo con un hilo de voz anticipando que le iba a pedir algo difícil de cumplir.
Él la miró con intensidad antes de salir a la pista forestal que los llevaba hasta la carretera, en dirección a Archer Hall. Se había levantado algo de viento que agitaba las ramas con brotes verdes de los árboles.
Albert tomó aire. No le era tan fácil exponerle sus sentimientos.
—...Prométeme que serás fuerte y que confiarás en tí misma, Candy. Tú y yo sabemos la verdad sobre el vínculo que nos une. Ahora yo tengo que irme a Brasil y no hay nada que me apetezca más que anunciar nuestro compromiso a los cuatro vientos. Pero prefiero terminar cuanto antes los asuntos pendientes que me atan allí.
Ella lo miró sin comprender. No le parecía una buena idea, en absoluto.
— Estoy dispuesta a irme contigo, Albert. Eso no lo dudes.
Albert se rio entre dientes mientras observaba atento la carretera.
Quería convencerla de que se quedara, buscaba un buen argumento para hacerla desistir; todo un desafío. Ella era una mujer muy obstinada y la creía muy capaz de volver a escaparse. Pero esta vez no iría de polizón...ya no. Era muy capaz de tomar un barco y presentarse en Sâo Paulo sin más, para buscarlo.
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Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte [Libro 3]
FanfictionLa tutela de Candice White Ardlay ha sido revocada por su tutor en favor de su padre biológico. Neal está buscando cobrarse su venganza y Arthur Mc Bride sigue obsesionado con destruir a su antiguo enemigo de la universidad. No sólo busca arruinar...