Capítulo 75: Una fiesta en el Ritz

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El hotel Ritz en Londres era un impresionante edificio, elegante y sobrio

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El hotel Ritz en Londres era un impresionante edificio, elegante y sobrio. Pese a la guerra, se erguía orgulloso y los propietarios se resistían a cerrar el negocio que aguantaba pese a todo. Ahora, tras el cese de los bombardeos habían accedido a que una famosa compañía de teatro celebrase allí la fiesta de estreno de la obra de la que todo el mundo hablaba.

El famoso actor Terence Graham, había convocado una gran cantidad de fans a la puerta, con la esperanza de poder conseguir un autógrafo suyo.

Impresionaba.

La vida seguía, no parecía que un año atrás la cuidad hubiese sido bombardeada por los zepelines alemanes. Habían hecho un gran trabajo, reparando parte de los destrozos que aún eran visibles si sabías bien  dónde mirar. El joven había accedido a ir, sólo porque no quería desilusionar a Irina. Maldecía a Higgins y a toda aquella cohorte de estirados burócratas y militares de alto rango. Le habría venido mejor un aumento, algo más práctico, que un par de invitaciones para una fiesta a la que no tenía ninguna gana de asistir.

Toda aquella gente lo molestaba, le hacía sentirse incómodo sobre todo, por cómo miraban algunos a su esposa. Les partiría la cara de tener el tamaño y la fuerza adecuados. Como su abuelo Thomas.

En cambio, Irina irradiaba confianza.

—Anímate, cariño. Hoy es un día muy especial para mí. Lo guardaré en el recuerdo, como una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido hasta ahora.

—Pero, Irina. En tu antigua vida seguro que estabas acostumbrada a fiestas más lujosas que esta.-Objetó Gilbert mientras se acercaban al vestíbulo principal.

—Si, pero hay una gran diferencia.

—¿Cuál si puede saberse?— Inquirió él intentando que el rechazo que sentía no se le reflejase en la cara.

Ella sonrió y le apretó el brazo.

—Pues que tú no me acompañabas, tonto ¿Qué si no?. Esas fiestas no tienen ni punto de comparación con esta.—Afirmó ella mientras le dirigía una mirada arrebatadora.

Gilbert sonrió, sintiéndose flotar entre algodones. Adoraba a su bella y joven esposa. No tenía nada que envidiar en cuanto a belleza de las mujeres que podía ver por allí. Y se sentía orgulloso llevándola del brazo.

Para su sorpresa, se encontró de frente y al fondo con Higgins hablando con una bella mujer morena y pudo deducir que el muy digno señor Charles Higgins estaba coqueteando descaradamente con la muchacha que no paraba de reírle sus gracias.

Sintió compasión por la señora Higgins quien en ese momento, se encontraba hablando con otro individuo.

Él nunca podría hacerle eso a su Irina quien observaba todo con mucha atención. La comida y la bebida era servida por camareros de levitas oscuras y elegantes, combinadas con un fajín rojo. Todos llevaban pajarita y guantes y por la expresión seria y relajada que tenían, parecían saber bien lo que se esperaba de ellos.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu destino: Mi suerte  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora