La respuesta de la chica no se hizo esperar demasiado.
¿Qué estás buscando en A.O.L.?
La pregunta me sorprendió tanto que tuve que pararme a pensar bien cuál podía ser la respuesta ideal. No quería que la muchacha se espantase de mí. Si no se mostraba en su foto de perfil, era de suponer que se tratase de una persona especial; para bien o para mal era algo que más tarde averiguaría.
Estaba buscando a alguien que me sacara de mi amargura existencial. Traté de darle una pátina romántica a aquella idea, pero el resultado me pareció lamentable. Borré la contestación antes de enviarla.
Bien, me dije que debía ante todo ser sincero. Tenía miedo, pero a fin de cuentas poco iba a perder.
Así pues, se lo dejé claro.
Busco a una chica que me quite el asco del cuerpo, y a poder ser del alma, aunque creo que será difícil.
Enviar. Nueva espera. Más sangre brotó del padrastro.
Una nueva respuesta. Contuve el aliento y leí.
¿Por qué sientes asco? ¿Alguna decepción amorosa?
Primer contacto, primeras palabras. El nervio se me subió al gaznate. No parecía asustada; por el contrario, mostraba un interés que por el momento era de simple cortesía.
Me sentí animado de improviso. El bloqueo había desaparecido. Las palabras fluyeron solas, y mis dedos bailaron rápidos sobre el teclado.
Algo así. Creo que he dejado de querer a mi mujer, y necesito averiguar si es cierto.
Pasó un fugaz instante.
Y lo único que se te ocurre hacer es registrarte en una página para ligar. Bravo, Lavery.
Su contestación me dejó de piedra. ¿Se estaba riendo de mí? ¿Me despreciaba por lo que estaba intentando hacer? ¿O estaba poniéndome a prueba?
Decidí entonces que yo también participaría en el mismo juego. La pondría a prueba y, de paso, intentaría analizar su mente, si ella me dejaba echarle un vistazo.
Soy demasiado cobarde para arriesgarme a probar suerte.
Un segundo, dos, tres. La espera resultaba mortificante. ¿Qué pensaría Nazaret al otro lado de la pantalla? ¿Que estaba tratando con un puerco? ¿Con un egoísta?
Quieres alcanzar la libertad sin moverte del sofá de tu salón, probablemente con tu mujer al lado comentándote alguna tontería que ha salido por la tele. ¿Me equivoco?
Pegué la espalda al respaldo de la butaca, perplejo.
Aquello era como un bofetón.
Y me puse cachondo de repente.
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Los renacidos
RomanceLázaro Montoya está harto del mundo, de su mujer y sobre todo de sí mismo. A sus treinta y ocho años cumplidos, Lázaro siente que su existencia es absurda; se ve como un perdedor, un miserable que malgasta el tiempo haciendo lo que no desea, trabaja...