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Cuando me conecté al chat de AOLine encontré un montón de invitaciones de otras tantas mujeres deseando hablar conmigo.

Ningún mensaje de Nazaret.

Tampoco me sorprendía demasiado. Yo había salido corriendo como una gallina y ella, por otro lado, tenía su orgullo. Me lo había advertido de una manera que yo no había sido capaz de ver.

Ahora me indignaba su comportamiento. ¿Por qué? Ella también estaba en su derecho de indignarse por mi estulticia, por mi falta de lucidez. Me había enceguecido tanto con Nazaret que había olvidado a la mujer de los libros. Era cierto que había pensado en ella alguna que otra vez, pero ni punto de comparación con lo mucho que había tenido a Nazaret en la cabeza. Ambas mujeres habían supuesto para mí muchas cosas a pesar de mis claras prioridades.

Por eso mismo no bloqueé a Nazaret. La sola idea de perderla en esos momentos me resultaba insoportable, una muerte en vida. Había jugado conmigo, pero yo también había jugado con ella; la diferencia radicaba en que ella había ganado. Yo era el perdedor.

Decidí entonces escribirle un mensaje. Tal vez así me sintiera mejor conmigo mismo.

O tal vez no, pero al menos tenía que intentarlo.

Salí a la terraza y respiré hondo. El aire húmedo de la mañana inundó mis pulmones. Dentro de casa me sentía ahogado.

Aquella bruma típica de octubre difuminaba los contornos y suavizaba los ruidos de la ciudad. Lo justo para que las palabras brotasen con más claridad.

Además tenía demasiadas dudas como para dejarlas dormir el sueño de los justos.

Hola, Nazaret:

No he sido capaz de aguantar en la Feria. Llámame cobarde, si quieres. Lo soy. No me importa lo que pienses de mí.

Cuando me he dado cuenta de quién eras en realidad creí que estaba siendo víctima de una broma televisiva. Me he sentido engañado y traicionado. No quiero disculparme por haberme ido, ya que no tengo nada que sentir. Has de comprenderme. Te has portado mal conmigo y lógicamente tenía que enfadarme.

No sé si quiero volver a verte o a hablar contigo por ahora. Estoy muy dolido. Sé que tarde o temprano me olvidaré del enfado y trataré de reconciliarme contigo, pero todavía no.

A pesar de todo esto, mi curiosidad es mayor que mi disgusto. Tengo algunas preguntas que hacerte.

Lo primero de todo: ¿Ya sabías quién era yo cuando comenzamos a hablar por AOLine? Es decir, ¿pusiste aquel papel en la biblioteca sabiendo lo que hacías? ¿Fue casualidad que luego diera contigo, o lo tenías planeado?

Lo segundo: ¿Por qué no me lo dijiste al saber que yo iba en serio? ¿Por qué te lo callaste hasta el final?

Lo tercero: ¿Qué esperabas conseguir? Si solo se trataba de reírse de mí, desde luego lo has conseguido. He hecho el payaso.

Me siento mal conmigo mismo. No comprendo por qué has tenido que hacer una cosa así. La incertidumbre me mata. No sé con qué intención has estado burlándote de mis sentimientos, o si es verdad que lo has hecho. Me encantaría poder comprenderte.

Espero tus respuestas,

Lavery    

Los renacidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora