Adjunté la foto de mi desnudo integral, esperando en secreto que surtiera el efecto deseado. Después le di a enviar. Crucé los dedos y me dediqué a aguantar el oxígeno dentro de los pulmones.
Mi cabeza era un hervidero de preguntas sin respuesta. ¿Qué iba a pensar Nazaret? ¿Qué me diría? ¿Me mandaría al carajo por mi desvergüenza? ¿Me empezaría a idolatrar como una demente histérica? ¿Se reiría de mí? ¿Me compadecería?
Segundos después el chat de AOLine me dio a entender que Nazaret había visto la foto. ¡Ay!
Tragué saliva y tamborileé nerviosamente un pie sobre el suelo.
Escribiendo. Bueno, no era mala señal. Al menos, de momento no iba a bloquearme.
Demasiada cerveza últimamente, mi querido Lavery —me escribió, en un tono que quise creer divertido pero sano—. Por lo demás, no tienes mal cuerpo, y eres guapo—11:43
La polla se me empinó otra vez como por efecto de un sortilegio. Así que yo le gustaba. ¡Le gustaba!
¿Estoy aprobado?—11:43
Silencio sepulcral en el chat. Nazaret estaba haciéndome pasar un auténtico calvario con tantas pausas. ¿Por qué el ser humano sufre tanto por aquello que solo imagina? ¿Por qué sufrimos por las utopías, por las cosas que no existen?
Sí, has aprobado—11:44
Faltó poco para que me levantara y empezase a dar saltos como un loco por toda la casa. Incluso se me ocurrió la insensatez de salir a la terraza o al descansillo de la escalera, desnudo y excitado como estaba, dispuesto a toparme con alguna de mis más encantadoras vecinas y menearles la polla delante de las narices. ¡A Nazaret le gustaba! ¿Qué coño me importaba lo que dijeran de mí?
Pero no, a duras penas conseguí contener las ganas de hacer el idiota —algo de lo más natural en mí—, y me dispuse a responder a Nazaret.
Bueno, ¿y ahora qué? —pregunté, de pronto convertido en un infernal manojo de nervios—. ¿Jugamos al sexo virtual?—11:46
Tú y yo vamos a tener una cita —explicó Nazaret—. Quisiera esperar al viernes y ver si somos compatibles en persona—11:47
Sentí un pinchazo de indignación. Estuve a punto de escribir una majadería. No, Lázaro. Razona.
Cuando lo pensé un poco mejor, el enfado desapareció de golpe. Nazaret tenía razón. ¿Tenía sentido probar con el sexo virtual, cuando de verdad íbamos a vernos? Yo la tendría delante, y ella me tendría delante a mí. ¿Qué sentido tenía jugar por AOLine, cuando podía hacerse realidad?
Me dolía mucho tener que ceder a esa evidencia, pero no tenía otra salida. Prefería mil veces mostrar un poco más de paciencia y resolver todas mis dudas el viernes siguiente.
Estoy de acuerdo—11:50
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Los renacidos
RomanceLázaro Montoya está harto del mundo, de su mujer y sobre todo de sí mismo. A sus treinta y ocho años cumplidos, Lázaro siente que su existencia es absurda; se ve como un perdedor, un miserable que malgasta el tiempo haciendo lo que no desea, trabaja...