capítulo 1,7

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Y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por experiencia propia, no podrá comprender probablemente lo que bastian hizo entonces.
Miro fijamente el título del libro y sintió frio y calor al mismo tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había a su pasión venia deseando:
¡una historia que no se acabase nunca! ¡el libro de todos los libros
  Tenia que conseguirlo, costase lo que costase!
  ¿costase lo que costase? ¡Eso no era muy fácil de decir! Aunque hubiera podido ofrecerle más de los tres marcos y cincuenta pfennig que le quedaba de su paga..., aquel antipático señor koreander le había dado a entender con toda claridad que no vendería ningún libro. Y, desde luego, no se lo a regalar. La cosa no tenía solución
  Y, sin embargo bastian sabia que no podia marcharse sin el libro. Ahora se daba cuenta de que precisamente por aquel libro habia entrado allí, de que el libro lo había llamado de una forma misteriosa porque quería ser suyo, por que en realidad, ¡le había pertenecido siempre!
  Bastian  escuchó atentamente el murmullo que, lo mismo de antes, venia del despacho.
  Antes de darse cuenta de lo que hacía, se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo y lo sujetaba contra el cuerpo con ambos brazos. Sin hacer ningún ruido, se dirigió a la puerta de la tienda andando hacia atrás y mirando entretanto temerosamente a la otra puerta, la del despacho. Levantó el picaporte con cautela. Queria evitar que las campanillas de latón sonaran y abrio la puerta de cristal sólo lo suficiente para poder deslizarse por ella. Silenciosa y cuidadosamente cerró la puerta por fuera.
  Y solo entonces comenzó a correr.
  Los cuadernos, los libros del colegio y la caja de lápices saltaban y tableteaban en su cartera al ritmo de sus piernas. Le dio una punzada en el costado, pero siguió corriendo.
  La lluvia le resbalaba por la cara, metiéndose por el cuello. El frio y la humedad le calaban en el abrigo, pero bastián no lo notaba. Sentía calor, y no era sólo por correr.
  Su conciencia, que antes, de la tienda, no había dicho esta boca es mia, se había despertado de repente todas las razones

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora