7,6

46 6 4
                                    

No era tanto miedo al peligro que lo amenazaba; era un miedo que procedía de si mismo. Apenas pensaba en que -en el caao de que lo alcanzarse la mirada de las esfinges- se queraría para siempre hechizado y paralizado. No, era el miedo a lo incomprensible, a lo desmesuradamente grandioso, a la realidad de lo prepotente lo que hacía sus piernas cada vez más pesadas, hasta que le pareció tenerlas de plomo frío y gris.

Sin embargo, siguió adelante. No miro más hacia arriba. Mantuvo la cabeza baja y anduvo muy lentamente, paso a paso, hacia la puerta de roca. Y el peso del miedo que quería clavarlo al suelo fue cada vez más poderoso. Sin embargo, Atreyu siguió adelante. No sabia si las esfinges tenian los ojos cerrados o no. No podía perder tiempo. Tenía que arriesgarse a que le permitieran la entrada o aquel fuera el fin de su gran búsqueda.

Y precisamente en el instante en que creia que toda su fuerza  de voluntad no bastaría para impulsarlo a dar otro paso más, oyó el eco de ese paso en el interior de ese paso en el interior de la puerta de roca. Y al mismo tiempo todo su miedo lo abandonó, tan total y absolutamente que se dio cuenta de que, a partir de entonces, nunca más tendría miedo, pasase lo que pasase.

Levantó la cabeza y vio que tenia la puerta del gran enigma a sus espaldas. Las esfinges lo habian lo habian dejado pasar.

Delante de él, a una distancia de unos veinte pasos, estaba ahora, donde antes sólo se habia visto la llanura vacia y sin fin, la puerta del espejo mágico. Era grande y redonda como una segunda media luna (porque la verdadera seguía estando alta en el cielo ) y brillaba como plata pulida. Resultaba difícil creer que pudiera pasarse precisamente a través de aquella superficie de metal, pero Atreyu no titubeó un segundo. Contaba que, como habia descrito Énguivuck se le aparecería en el espejo alguna imagen espantosa de si mismo, pero aquello -al haber dejado atrás todo miedo- le parecía sin.importancia.

No obstante, en lugar de una imagen aterradora vio algo con lo que no habia contado en absoluto y que tampoco pudo comprender. Vio a un muchacho gordo de pálido rostro -aproximadamente de la misma edad que él- 

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora