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Pero no estaba allí y eso significaba que no tendría que devolverle a ÁURIN. Por otro lado, sentía una amarga decepción por el hecho de no volverla a ver. Cualquiera que fuese la razón para su conducta, ¡la encontraba incomprensible, no, insultante!

Entonces recordó la observación a menudo reiterada de Atreyu y Fújur, en el sentido que cada uno encontraba una vez a la Emperatriz infantil.

El pesar hizo que, repentinamente, sintiera nostalgia de Atreyu y Fújur. Quería desahogarse con algien, hablar con un amigo.

Se le ocurrió la idea de ponerse el cinturón Guémmal e ir a verlos sin que lo vieran. De esa forma podría estar con ellos y disfrutar de su presencia consoladora sin ceder en nada.

Rápidamente abrió la decorada  cajita, sacó el cinturón y se lo ciñó. Otra vez tuvo la misma desagradable sensación que la primera vez cuando dejó de verse a Si mismo. Aguardó un poco hasta que se hubo acostumbrado y luego salió y comenzó a errar por  el campamento en busca de Atreyu y de Fújur. Por todas partes se oían susurros y murmullos excitados, figuras oscuras se deslizaban entre las tiendas, y aquí y allá se sentaban juntos varios fantasios, deliberando entre si en voz baja. Entretanto habían vuelto también los demás mensajeros y la noticia que la hija de la Luna no estaba en la torre de Marfil se había extendido como un incendio por el campamento de los compañeros de viaje. Bastián anduvo entre las tiendas pero, al principio no encontró a los dos que buscaba.

Atreyu y Fújur se habían instalado al borde del mismo campamento, bajo un romero en flor. Atreyu se sentaba sobre las piernas, con los brazos cruzados ante el pecho, y miraba con rostro impasible en dirección a la torre de Marfil. El dragon de la suerte estaba echado junto a él, con la poderosa cabeza en el suelo, a sus pies.

-Mi última esperanza era que ella hiciera con el una excepción para recuperar el signo -dijo Atreyu-, pero ahora ya no la hay.

-Ella sabe lo que hace -respondió Fújur.

En aquel momento Bastián los vio y se dirigio, invisible, hacia ellos.

-¿Lo sabe realmente? -murmuró Atreyu-. Bastián no debe seguir teniendo a ÁURIN.

-¿Qué vas a hacer? -pregunto Fújur-. No te lo entregará voluntariamente.

- Se lo tendré que quitar -respondió Atreyu.

Al oír esas palabras, Bastián sintió que el suelo vacilaba bajo sus pies.

-¿como lo vas a hacer? -oyó decir a Fújur-. Es verdad: si lo tuvieras tú, no podría obligarte a ya a devorvérselo.

-Eso no lo sé -dijo Atreyu-; seguiría teniendo su fuerza y su espada mágica.

-Pero el signo te protegeria -objetó Fújur-, incluso de él

-No -dijo Atreyu-, eso no lo creo. De él no. No.

-Y lo cierto es -continuó Fújur soltando una risa suave y rabiosa - que el mismo te lo ofreció en vuestra primera noche en Amarganz. Y tú lo rechazaste.

Atreyu asintió,

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora