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-Entonces,  vas a dejarnos? -Preguntó la vieja Urgl.

-Tengo que hacerlo  -respondió Atreyu-, no puedo perder mas tiempo. Iré ahora al oráculo. ¡Adiós ! Y, entretanto ¡cuida de fujur, el dragón de la suerte!

Se volvió y se dirigió a la puerta del gran enigma.

Urgl vio su figura erguida, con el manto ondulante desaparecer entre las rocas. Corrió tras él y gritó:

-¡Mucha suerte, Atreyu!

Pero no supo si él la habia oído. Mientras volvía a su pequeña caverna, con sus andares de pato, refunfuño para si :

-La va a necesitar...  Realmente, va a necesitar mucha suerte.

Atreyu se había acercado hasta unos cincuenta pasos de la puerta de roca. Era mucho mas enorme de lo que había imaginado desde lejos. Detrás estaba la llanura totalmente yerma, que no ofrecía a la ningún  apoyo, de forma que la mirada se precipitada como en el vacío. Delante de la puerta y entre las dos pilastras, Atreyu vio innumerables calaveras y esqueletos... Restros de los más diversos habitantes de fantasía que habian intentado atravesar la puerta  y se habían quedado petrificados para siempre por la mirada de las esfinges.

Pero no fue eso lo que hizo que Atreyu se inmovizara lo que lo detuvo fue el aspecto de las esfinges.

Atreyu habia vivido mucho en su gran búsqueda, y había visto cosas magníficas y espantosas, pero hasta aquel momento no habia sabido que ambas clases de cosas pueden unirse, que la belleza puede ser horrible.

La luz de la luna bañaba a aquellos dos seres colosales que, mientras Atreyu se dirigía lentamente hacia ellos, parecieron crecer hasta el infinito. Le parecía como si sus cabezas llegaran hasta la luna, y la expresión con que se miraban mutuamente parecía cambiar con cada paso que él daba. A través de sus altos cuerpos y, sobre todo, a través de sus rostros de rasgos humanos corrían y palpitaban corrientes de una fuerza terrible y desconocida... como si las esfinges no estuvieran simplemente allí, como está el mármol, sino que, a cada momento, estuvieran a punto  de desaparecer y, al mismo tiempo, se crearan de nuevo a sí mismas. Y era como si, precisamente por eso fueran mucho mas  reales que cualquier roca.

Atreyu  tuvo miedo

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora