Los dedos de Xayide juguetearon pensativamente con la cabeza de serpiente, y sus ojos rojoverdes brillaron. Al cabo de un rato sonrió de nuevo y, mientras dejaba escapar por la boca un humo violeta, susurró:
-Resultará evidentemente, mi señor y maestro. El cinturón de Guémmal te lo demostrará.
Cuando se montó el campamento para pasar la noche, Bastian entró en su tienda. Ordenó a Illuán, el yinni azul, que no dejara entrar a nadie, y en ningún caso a Xayide. Quería estar solo y reflexionar.
Lo que le había dicho la maga sobre Atreyu no lo consideraba siquiera merecedor de consideración, pero había otra cosa que ocupaba sus pensamientos: las breves palabras que ella había sembrado en relación con la prudencia.
Bastian había vivido tanto... Miedos y alegrías, tristezas y triunfos; se había apresurado a pasar del cumplimiento de un deseo al otro y no se habia un momento de respiro. Nada de aquello lo había serenado ni contentado. Pero ser prudente significaba estar por encima de la alegría y el sufrimiento, el miedo y la compasión, el orgullo y las humillaciones. Ser prudente era estar por encima de todas las cosas, no odiar ni querer a nada ni a nadie, pero acoger también con indiferencia el rechazo total o el afecto de los otros. A quien realmente era prudente no le importaba nada. Era inaccesible y nada podía afectarlo. Si, ser asi ¡era algo deseable! Bastian estaba convencido de que, de esa forma, llegaría a su último deseo, a ese último deseo que lo llevaría a su verdadera voluntad, como habia dicho Graógraman. Ahora creía comprender lo que eso quería decir. Deseaba ser un gran sabio. ¡el sabio mas sabio de fantasía!
Poco después salio de su tienda.
La luna iluminaba un paisaje al que antes apenas habia prestado atención. La ciudad de tiendas se extendía por un valle cerrado, rodeado por un amplio círculo de montañas de formas raras. El silencio era total. En el valle habia aún bosquecillos y matorrales; un poco más arriba, en las laderas de las montañas, la vegetación se hacia más escasa, y más arriba todavía cesaba por completo. Las formaciones rocosas que se alzaban por encima adoptaban toda clase de figuras y parecian casi formas deliberadas creadas por la mano de un escultor gigantesco. No soplaba el viento y el cielo estaba despejado. Todas las estrellas brillaban y parecian mas cercanas que otras veces.
Muy arriba, sobre una de las cumbres más altas, Bastian descubrio algo que parecía una cúpula. Al parecer, estaba habitada, por que de ella salia un débil resplandor.
-también yo lo he visto, señor -dijo Illuán con su voz estridente. Estaba en su puesto, junto a la entrada de la tienda-. ¿Qué puede ser?
Apenas habia acabado de hablar, cuando de la lejanía llegó una extraña llamada. Sonaba como prolongado ''¡uhuhuhu!'' del grito de una lechuza, pero mas profundo y poderoso. Luego el grito resonó una segunda y una tercera vez, pero ahora a muchas voces.
Eran realmente lechuzas: seis, como pudo comprobar Bastian. Venían de la dirección de la cumbre que tenía aquella cúpula en su parte superior. Llegaban volando, con las alas casi inmóviles. Y cuando más se acercaban mejor se apreciaba su asombroso tamaño. Volaban a una velocidad increíble. Sus ojos brillaban intensamente y sobre la cabeza tenian unas unas orejas derechas, con mechones de plumas sobre ellas. Su vuelo era totalmente silencioso. Cuando aterrizaron ante la tienda de Bastian, apenas se oyó un ligero silbido en las plumas de sus alas.
Ahora estaban en el suelo, cada una de ellas eran más grandes que Bastian, y hacian girar sus cabezas de ojos grandes y redondos en todas direcciones. Bastian se dirigió a ellas.
-¿Quiénes son y qué buscan?
-Nos envía Uschtu, la Madre de la intuicion -respondió una de las seis lechuzas-, y somos mensajeros aéreos de Guigam, el monasterio de las estrellas.
-¿Que clase de monasterio es ése? - preguntó Bastian.
-Es el centro de la sabiduría -respondió otra lechuza-, donde los monjes aprenden el conocimiento.
-¿Y quien es Uschtu? - quiso seguir averiguando Bastian.
-Uno de los tres pensadores profundos que dirigen el monasterio y enseñan a los monjes el Conocimiento -explico una tercera lechuza-. Nosotras somos mensajeras de la noche y le pertenecemos.
-si hubiera sido de dia -añadió una cuarta lechuza. Schirkie, el padre de la visión, hubiera enviado sus mensajeros, que son águilas. Y en la hora del crepúsculo, entre el dia y la noche. Yisipu, el hijo de la sagacidad, envia los suyos, que son zorros.
-¿Quienes son Schirkrie y Yisipu?
-Los otros dos pensadores profundos, nuestros superiores.
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la historia sin fin
FantasyBastian Baltasar Bux es un chico tímido al que le encanta leer y tiene una portentosa imaginación. en un extraño libro averigua que el reino de fantasía esta en peligro y asombrado, lee que Bastian Baltasar Bux debe unirse a Atreyu, un vali...