Cuando Atreyu -quién sabe cuánto tiempo después- abrió de nuevo los ojos, no vio al principio más que un rostro muy extraño inclinado sobre el suyo. Era el rostro mas apergaminado y arrugado que había visto nunca, pero sólo tenía aproximadamente el tamaño de un puño. Era de de color pardo oscuro como una manzana asada y los ojillos que había en él brillaban como estrellas. En la frente llevaba así como una cofia de hojas marchitas.
Atreyu notó entonces que le ponían en los labios una pequeña copa.
-¡Medicina bonita, medicina buena! -Murmuraron los pequeños y arrugados labios de aquel rostro fruncido-. Bebe, hijo, bebe. ¡Te hará bien!
Atreyu tomó un sorbo. Sabía raro, un poco dulce y sin embargo, amargo.
-Qué ha sido del dragón blanco? -dijo con esfuerzo.
-Todo está arreglado -respondió la voz cuchicheante-, no te preocupes, Muchachito. Os pondréis bien. Os pondréis bien los dos. Ya ha pasado lo peor. ¡Bebe, bebe!
Atreyu bebió otro trago y se durmió enseguida, pero esta vez con el sueño profundo y reparador de la convalecencia.
(Bastian)
El reloj de la torre dio las dos.
Bastian no podia aguantar más: tenía que ir urgentemente al retrete. Hacia ya rato que tenía ganas pero, sencillamente, no habia podido dejar de leer. Y, además, le daba un poco de miedo bajar. Se dijo a sí mismo que no habia razón para ello: el colegio estaba vacío y nadie lo vería. Y, sin embargo, tenía miedo, como si el propio colegio fuera un ser vivo que lo observarse.
Pero aquello no servía de nada: ¡tenia que ir!
Colocó el libro abierto sobre la colchoneta, se puso en pie y se dirigió a la puerta del desván. Con el corazón palpitante, escuchó un rato. Todo estaba en silencio. Decorrió el pestillo e hizo girar lentamente la gran llave en la cerradura. Cuando hizo presión sobre el picaporte, la puerta se abrió con un fuerte chirrido.
Se deslizó en calcetines dejando detrás la puerta abierta, para no tener que hacer otra vez ruidos innecesario. Luego bajo de puntillas por las escalera hasta la primera planta. Delante de él tenía el pasillo, con las puertas de las clases pintadas de verde espinaca. El aseo de los alumnos estaba al extremo opuesto. Era más que tiempo y Bastian corrió cuanto pudo. Llegó al lugar Salvador literalmente en el último momento.Mientras estaba sentado en el retrete, pensó en por qué los héroes de la historias como aquéllas no tenían nunca problemas de esa clase. Una vez -cuando todavía era mucho mas pequeño- había preguntado en clase de religión si Jesucristo tenía que hacer esas cosas como un hombre corriente, ya que, como hombre corriente, comía y bebía. La clase se habia partido de risa y el profesor de religión le habia puesto en el cuaderno de notas una amonestación por <<mal comportamiento >>. Pero Bastian no no habia recibido ninguna respuesta. Y la verdad era que no había pretendido portarse mal.
<<Probablemente>>, se dijo ahora, <<esas cosas son secundarias y poco importantes, y por eso no hay que mencionarlas en la historias>>.
Aunque para él, muchas veces, podían ser de una importancia desesperada y humillante.
Habia terminado; tiro de la cadena y se disponía a salir, cuando de pronto oyó pasos en el pasillo. Las puertas de las aulas se abrian y cerraban una tras otra, y los pasos se iban acercando cada vez más.
El corazón de Bastian latia con tanta fuerza que parecía querer salirse del pecho. Donde podia esconderse? Se quedó como paralizado donde estaba.
La puerta del retrete se abrió, pero por fortuna de forma que Bastian quedó tapado por ella. Entró el portero del colegio. Miró, uno tras otro, en los distintos retretes. Cuando llegó a aquel en el que el agua corría todavía y se columpiaba la cadena, se quedó un.momento desconcertado. Refunfuño algo entre dientes pero, cuando vio que el agua dejaba de correr, se encogió de hombros y salió. Sus pasos se perdieron en la escalera.
Bastian no se habia atrevido a respirar durante todo el tiempo y ahora lo hizo profundamente. Cuando quiso salir se dio cuenta de que las rodillas le temblaban.
Con preocupación y tan deprisa como pudo, se deslizó por el pasillo de puertas pintadas de verde espinaca, subio la escalera y volvió al desván. Sólo cuando la puerta estuvo otra vez cerrada y atrancada se relajó.
Con un profundo suspiro, se dejo caer otra vez en su lecho de colchonetas, se envolvió en las mantas militares y cogió el libro

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la historia sin fin
FantasyBastian Baltasar Bux es un chico tímido al que le encanta leer y tiene una portentosa imaginación. en un extraño libro averigua que el reino de fantasía esta en peligro y asombrado, lee que Bastian Baltasar Bux debe unirse a Atreyu, un vali...