La posición de Bastian era buena: porque por la estrecha puerta del calabozo sólo se le podían aproximar de uno a uno, y de uno a uno los iba haciendo Sikanda pedazos. Pronto yacieron en montones en el suelo, como negras cáscaras de huevo de algún ave gigantesca. Después de haber sido despedazados unos veinte, los restantes parecieron concebir otro plan. Se retiraron, evidentemente para esperar a Bastian en otro lugar más ventajoso para ellos.
Bastian aprovechó la oportunidad para cortar rápidamente las cadenas que sujetaban las muñecas de los tres caballeros con la hoja de Sikanda. Hykrion y Hydorn se pusieron en pie pesadamente e intentaron desenvainar sus propias espadas -que, curiosamente, no les habían quitado- para apoyar a Bastian, pero tenían las manos insensibles después de haber estado mucho tiempo colgados y no les obedecían. Hysbald, el más delicado de los tres, ni siquiera estaba en condiciones de ponerse en pie por si mismo. Sus compañeros tuvieron que sostenerlo.
-No sé preocupen -dijo Bastian-. Sikanda no necesita apoyo. Quédense detrás de mí y no creen más dificultades tratando de ayudarme.
Salieron del calabozo, subieron lentamente la escalera, llegaron a una gran estancia, parecida a un salón y de pronto se extinguieron todas las antorchas. Pero Sikanda lucía esplendorosamente.
Otra vez oyeron acercarse los pesados pasos metálicos de muchos gigantes acorazados.
-¡Deprisa! -dijo Bastian- vuelvan a las escaleras. ¡Yo me defenderé aqui!
No pudo ver si los tres obedecían su orden ni tampoco tuvo tiempo de comprobarlo, porque Sikanda empezaba ya a bailarle en la mano. Y la luz fuerte y blanca que salía de ella iluminaba el salón como si fuera de día. Aunque los atacantes lo alejaron de la entrada de la escalera para poder atacarlo por todos los lados, Bastian no fue rozado siquiera por ninguno de sus formidables golpes. Sikanda remolineaba tan aprisa a su alrededor que parecía cientos de espadas imposibles de distinguir entre si. Y finalmente Bastian quedó de pie en un campo de ruinas hecho de corazas negras destrozadas. Nada se movía ya.
-¡Vengan! - les gritó a sus compañeros.
Los tres caballeros salieron por la entrada de la escalera y abrieron mucho los ojos.
-Una cosa así -dijo Hykrion mientras le temblaba el bigote- no la he visto en mi vida. ¡A fe mia!
-Se lo contaré a mis nietos tartamudeo Hysbald.
-Y, desgraciadamente, no se lo creerán -añadio Hydorn con tristeza.
Bastian permanecía indeciso con la espada en la mano pero, de repente, Sikanda volvió a su funda,
-Parece haber pasado el peligro -dijo Bastian.
-por lo menos, el que puede vencerse con una espada -opinó Hydorn-. ¿Qué hacemos ahora?
-Ahora -respondió Bastian- quisiera conocer personalmente a Xayide, tengo que decirle un par de cosas.
Los cuatro subieron las escaleras de los sótanos hasta que llegaron a la planta que estaba al nivel del suelo. Allí, en una especie de vestíbulo de entrada, los aguardaban Atreyu y Fújur:
-¡Lo hicieron muy bien los dos! -dijo Bastian dándoles palmadas en la espalda a Atreyu.
-¿Qué ha pasado con los gigantes blindados? -quiso saber Atreyu.
-¡Eran cáscaras vacías! -respondió Bastian despreocupadamente-. ¿Dónde está Xayide?
-Arriba, en el salón encantado -repuso Atreyu.
-¡Vengan! -dijo Bastian. Se puso otra vez el manto de plata que Atreyu le tendía. Luego subieron todos la ancha escalera de piedra hasta las plantas superiores. Incluso Fújur fue con ellos.
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la historia sin fin
FantasíaBastian Baltasar Bux es un chico tímido al que le encanta leer y tiene una portentosa imaginación. en un extraño libro averigua que el reino de fantasía esta en peligro y asombrado, lee que Bastian Baltasar Bux debe unirse a Atreyu, un vali...