capítulo 2,11

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Simplemente no se le ocurria nada mas inteligente.
  -Los otros dos -explicó el diminutense- no han llegado aún. Yo estoy aquí desde ayer por la mañana.
  -¿Como... ¡huyhuy!...es posible? -Pregunto el silfo nocturno
  -Bueno -dijo el diminutense, sonriendo con un poco de condescendencia-, ya se lo dije: tengo un Caracol de carreras
 
  El silfo nocturno se rasco con su manecita Rosa la negra maraña de piel de la cabeza.
 
  -Tengo que ver enseguida a la emperatriz infantil- dijo lloriqueando

El diminutense lo miro pensativo.
  -mmm -dijo-, bueno, yo solicité audiencia ayer

  ¿Audiencia? _pregunto el silfo nocturno- ¿no se le puede ver enseguida?
 
-Me temo que no -gorjeo el diminutense-. Hay que esperar mucho. Hay... como diria... una enorme afluencia de mensajeros.

-Huyhuy -gimió el silfo nocturno-, ¿por que? -Lo mejor -trinó el diminutense- es que lo vea usted por si mismo. Venga, amigo Vuschvusul, ¡venga!

Los dos se pusieron en camino

La calle principal, que se ascendía por la torre de marfil era una espiral cada ves mas estrecha,estaba llena de una densa multitud de extraños personajes. Gigantescos yinnis,ataviados con turbantes, diminutos duendes,trolls de tres cabezas, enanos barbudos, hadas luminosas, faunos de pies de cabra, mujercitas salvajes con piel de vellon dorado, resplandecientes espíritus de la nieve y otros seres innumerables subian y bajaban por la calle, formadan grupos hablando en voz vaja, o se acurrucaban mudos en el suelo, mirando ante si melancólicamente

Cuándo Vuschvusul los vio se quedo inmóvil.
 
-¡Huyhuy! -dijo-, ¿que pasa aquí? ¿Que hacen aqui todos esos?

-Son mensajeros -le explicó úckuck en voz baja- mensajeros de todas las regiones de fantasía. Y todos traen el mismo mensaje que nosotros. He hablado ya con muchos de ellos. Al parecer, en todas partes ha surgido el mismo peligro.

El silfo nocturno dejó escapar un lago  suspiro quejumbroso

-¿Y se sabe qué es y de dónde viene? -Preguntó

-Me temo que no. Nadie puede explicárselo.

-¿y la emperatriz infantil?

-la emperatriz infantil -digo el diminutense en voz baja- esta enferma, muy, muy enferma. Quizá sea esa la causa de la incomprensible desgracia que se a abatido sobre fantasía. Pero hasta ahora ninguno de los muchos médicos que estan reunidos en el recinto del Palacio, ahi arriba, en el pabellón de la magnolia, ha podido averiguar por qué está enferma y que se puede hacer para curarla. Nadie conoce el remedio

-Eso -digo el silfo nocturno sordamente-es, ¡huyhuy! una catástrofe.

-Si -respondió el diminutense-, eso es lo que es.

Dadas las circunstancias Vuschvusul renunció de momento a solicitar audiencia de la emperatriz infantil

Dos dias después, por cierto, llegó también blubb, el fuego fatuo, que naturalmente se habia equivocado de dirección y había dado un enorme rodeo.

Y finalmente -otros tres dias más tarde- llegó el comerrocas pyernrajzark. Vino a pie apisonando el suelo, porque en un repentino ataque de hambre furiosa se habia comido su bicicleta de piedra..., por decirlo asi,como provisión de boca.

Durante el largo tiempo de espera, los cuatro desiguales mensajeros se hicieron muy amigos, y también siguieron juntos.

Pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión   

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora