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En aquel momento apareció en la abierta puerta del balcón que había detrás de Atreyu otro rostro muy grande, parecido al de un león, aunque en lugar de piel tenia escamas  de madreperla blanca y le colgaban de la boca unas barbas largas, tambien blancas. Los ojos eran de color rubi y chispeaban, y cuando levantó la cabeza por encima de Atreyu se vio que unida a un cuello largo, flexible e igualmente cubierto de escamas de madreperla, del que caia una melena como el fuego blanco. Era Fújur, el dragón de la suerte. Pareció decirle algo a Atreyu, porque Atreyu asintió.

Bastian bajo de la farola. Ya vio bastante. Dedicó su atencion a los competidores.

En el fondo, no se trataba tanto de verdaderos y autenticos torneos como de una especie de representacion circense en gran escala. Es verdad que, en aquel momento, se desarrollaban precisamente una lucha a brazo partido entre dos gigantes, cuyos cuerpos se retorcian formando un solo nudo que rodaba de un lado a otro; es verdad que de aquí y allá había parejas de la misma especie o de especies muy distintas, que demostaban su habilidad en la esgrima o en el manejo de la maza o de la lanza, pero naturalmente no luchaban a vida o muerte. Una de las reglas del juego era incluso demostrar lo caballeresca y limpiamente que uno combatia y cómo sabia dominar su violencia. Un competidor que, llevado por la ira o la ambicion, hubiera herido gravemente a su contrincante hubiera sido descalificado inmediatamente. La mayoria trataban de probar du destreza en el manejo del arco, o de exhibir su fuerza levantando enormes pesos; otros mostraban dus habilidades realizando hazañas acrobaticas o con toda clase de pruebas de valor. Los concursantes eran tan diversos como variado lo que hacian.

Continuamente, los que eran vencidos abandonaban el terreno, por lo que, poco a poco, cada vez eran menos los competidores. Bastian vio cómo entraba en liza Hykrion, el fuerte Hýsbald, el ligero y Hydorn, el duro. Hýnreck el héroe y su adorada, la princesa Oglamar, no estaban con ellos.

Quedaban aún sobre el terreno unos cien competidores. Como se trataba ya de una selección de los mejores, a Hykrion, Hýsbald y Hidorn no les fue tan facil vencer a sus contrarios. Hizo falta toda la tarde para que Hykrion demostrase ser el mas poderoso de los fuertes, Hýsbald el más diestro de los ligeros y Hydorn el mas resistente de los duros. El público los vitoreó, aplaudiendo entusiasmado, y los tres se inclinaron mirando al balcón donde se sentaban Qüérquobad, el anciano de plata y Atreyu. Éste se levantaba para decir algo. Cuando de pronto entró en el palenque otro competidor. Era Hynreck. Se hizo un silencio expectante y Atreyu volvió a sentarse. Como sólo debían acompañarlo tres hombres, ahora había uno de más. Uno de ellos tendría que quedarse.

-caballeros -dijo Hynreck con voz fuerte, de modo que todos pudieran oírlo-, no creo que la modesta exhibición de vuestra habilidades que acabáis de realizar pueda haber fatigado vuestras  fuerzas. Con todo, no sería digno de mí, en esas circunstancias, retaros  de uno en uno. Como hasta ahora no he visto entre todos los competidores ningún contrincante capaz de medirse conmigo, no he participado y, por consiguiente, estoy fresco todavía. Si alguno de vosotros se siente demasiado agotado, puede abandonar libremente. De todos modos, yo estaría dispuesto a competir con los tres a la vez. ¿Tenéis alguna objeción?.

-No -respondieron los tres como un solo hombre.

Y entonces se entabló un combate en el que saltaron chispas. Los golpes de Hykrion no habían perdido nada de su violencia, pero Hynreck el héroe era mas fuerte. Hysbald lo atacó por todos lados con la velocidad de un relámpago, pero Hynreck el héroe era más rápido. Hydorn intentó fatigarlo pero Hynreck el héroe era más resistente. El combate había durado apenas diez minutos cuando los tres caballeros estaban ya desarmados y doblaban la rodilla ante Hynreck el héroe. El miró orgulloso a su alrededor buscando evidentemente la admiración de su dama, quien, sin duda estaba en algún lugar entre la multitud. El júbilo y los aplausos de los espectadores atronaron como un huracán la plaza. Probablemente pudieron oírse hasta en la más remotas orillas de Murhu, el lago de las lágrimas.

Cuando se restableció la calma, Qüérquobad, el anciano de plata, se puso de pie y preguntó en voz alta:

-¿Hay alguien que se atreva aún a enfrentarse con Hynreck el héroe?

-¡Si, yo!

Era Bastián.

Todos los rostros se volvieron hacia él. La multitud le abrió paso y Bastián entro en la plaza. Se oyeron exclamaciones de asombro y de preocupación.

-¡Que guapo es!... ¡Que lástima!... ¡no lo dejéis!

-¿Quien eres? - preguntó Qüérquobad, el anciano de plata.

-Mi nombre -respondió Bastián- sólo lo diré después.

Vio que Atreyu entornaba los ojos y lo miraba inquisitivamente, pero lleno de incertidumbre aún.

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora