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El tronco era allí arriba tan grueso, que cinco hombres no hubieran podido abarcado. Otra rama lateral, que sobresalía un poco más alto y en otra dirección del tronco, no quedaba a su alcance desde donde estaba. Por ello, sio un salto para agarrar una raíz aérea y se columpio de un lado a otro hasta que pudo, mediante un nuevo salto arriesgado, alcanzar la rama superior. Desde allí pudo izarse a otra todavía más alta.. Ahora estaba muy arriba en el ramaje, por lo menos a cien metros, pero el follaje y las ramas no le dejaban ver el suelo.

Solo cuando hubo alcanzado aproximadamente el doble de esa altura encontró aquí y allá sitios despejados que le permitieron mirar a su alrededor. Sin embargo, allí empezó a ponerse difícil la cosa, precisamente porque cada vez había menos ramas y ramitas. Y finalmente, cuando estaba ya casi arriba, tuvo que detenerse porque no encontró nada a que agarrarse más que el tronco liso y desnudo, que tenía el espesor de un poste de telégrafos.

Bastián miro hacia lo alto y vio que aquel tronco o tallo terminaba unos veinte metros mas arriba en una flor gigantesca, de color rojo oscuro, que relucía. Cómo podría llegar hasta ella no le resultaba nada claro. Pero tenia que subir porque no quería quedarse donde estaba. Por consiguiente, abrazó el tronco y trepó los últimos veinte metros como un acróbata. El tronco se columpiaba a un lado y a otro y se curvaba como una brizna de hierba en el viento.

Por fin estuvo arriba, inmediatamente debajo de la flor, que se abría hacia lo alto como un tulipán. Consiguió introducir una mano entre sus pétalos. De esa forma encontró un asidero, obligó a la flor a abrirse más y se izó hasta ella.

Durante un segundo se quedo echado, porque ahora si que estaba un tanto sin aliento. Pero enseguida se puso de pie y miró por el borde del gigantesco capullo de rojo resplandor, hacia todos lados, como desde la cofa de un navío.

¡La vista era grandiosa y desafiaba toda descripción!

La planta en cuya flor estaba era una de la mas altas de todas la jungla y, por eso, podía ver muy lejos. Sobre el seguía estando la oscuridad aterciopelada como un cielo nocturno sin estrellas, pero por debajo se extendía la inmensidad de las copas de los árboles de perelín, con un juego de colores tal que casi hizo que se le salieran los ojos de las órbitas.

Y Bastián se quedó allí largo tiempo, empapándose de aquella vista ¡Era su reino! ¡Lo había creado él! Era el rey de perelín.

Y, una vez más, su salvaje grito de júbilo resonó sobre la jungla luminosa.

El crecimiento de las plantas nocturnas continuaba sin embargo, en silencio, suave e ininterrumpidamente 203

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Hola soy zam como no me gusta dejar las cosas a medias e decidido continuar y por lo tanto terminar esta historia va a ser un poco difícil pero lo voy hacer

Y nos vemos en el siguiente capítulo choopp

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora