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El reloj de la torre dio las cinco. Bastian pensó melancólicamente en las dos tabletas de chocolate de nueces que guardaba en casa en la mesita de noche... por si alguna vez tenia hambre. Si hubiera sospechado que nunca volvería, se las hubiera traído como única reserva. Pero ahora no habia nada que hacer. ¡Mejor era no pensar en ello!

Fujur se echó en el pequeño valle de rocas, de forma que su poderosa cabeza quedaba junto a Atreyu y podia escucharlo todo.

-¡Figuraos! -exclamó-. ¡Mi amigo y señor cree que sólo ha estado fuera una noche!

-Y no es asi? -Preguntó Atreyu.

-¡Han sido siete dias y siete noches! -dijo Fujur-. ¡Mira! Mis heridas están ya casi cerradas.

Sólo entonces se dio cuenta Atreyu de que también su propia herida estaba curada. Ka compresa de hierbas se habia caído. Se asombró:  -Como es posible? He atravesado las tres puertas mágicas, he hablado con Uyulala y me he dormido... pero no esposible que haya dormido tanto tiempo.

-El tiempo y espacio -dijo Énguivuck- deben ser ahi dentro un poco distinto. Sin embargo, nadie ha estado nunca con el oráculo tanto tiempo como tú. Que ha pasado?  ¡Habla de una vez!

-Primero me gustaría saber qué ha pasado aquí -respondió Atreyu

- ya lo ves -digo Énguivuck-: todos los colores han desaparecido, todo se vuelve cada vez mas irreal y la puerta del gran enigma ya no está  ahi. Parece como si también aqui hubiera comenzado la aniquilación.

-Y las esfinges? -quiso saber Atreyu-. A donde han ido? Se han escapado? Las habeis visto?

-No hemos visto nada -refunfuño Énguivuck-. Tenia la esperanza de que tú pudieras decirnos algo sobre eso. El arco de piedra se derrumbó de pronto, pero ninguno de nosotros oyó ni vio nada. Hasta fui allí y busqué entre los escombros. Y sabes que descubrí? Los trozos rotos son viejísimos y están cubiertos de musgo gris, como si estuvieran así desde hace cien años, como si nunca hubiera existido esa puerta del gran enigma.

-Y, sin embargo, estaba ahi  - dijo Atreyu en voz baja -, por que yo la atravesé, y también la puerta del espejo mágico y, por último, la puerta sin llave.

Y entonces contó lo que le habia ocurrido. Se acordaba sin esfuerzo de todos los detalles.

Énguivuck, que al principio pedia siempre datos mas concretos con preguntas insistentes, se fue quedando cada vez más callado durante el relato. Y cuando Atreyu, finalmente, repitió casi  palabra por palabra lo que le habia revelado Uyulala, Énguivuck guardo un silencio total. Su rostro arrugado y diminuto tenía una expresión de profunda tristeza.

-Ahora ya conoces el secreto  -terminó Atreyu-.
Querías saberlo sin falta, no? Uyulala es un ser que consiste sólo en una voz. Su figura es sólo audible. Está donde se le oye.

Énguivuck, se quedo callado un rato y luego exclamó  con voz ronca:  -estaba ,quieres decir.

-Es verdad -respondió Atreyu-. Según sus propias palabras, soy el único a quien hablará.

Por las mejillas arrugadas de Énguivuck corrieron dos lagrimitas.

-¡Todo inútil! -graznó-. El trabajo de toda mi vida mis investigaciones, de años...  ¡Todo inútil! Por fin me traen la última piedra para mi edificio científico, podría acabarlo por fin, podría escribir su último capítulo... y precisamente ahora no sirve ya para nada, es totalmente superfluo, no vale un pimiento, no importa un pepino y no le interesa a nadie, por que el tema de que trata no existe ya. ¡Adios muy buenas, apaga y vámonos!

Lo estremeció un sollozo, que sonó como un ataque tos. La vieja Urgl lo miró compadeciendolo, le acarició la calva cabecita y refunfuño:

-¡Pobrecito Énguivuck! ¡Pobrecito Énguivuck! ¡No te desanimes! Ya encontraremos otra cosa.

-¡Mujer! -resopló Énguivuck con ojos centellantes- ¡Lo que tienes ante ti no es ningún pobrecito Énguivuck, sino un personaje trágico !

Y, lo mismo que en otra ocasión, se metió corriendo en la cueva y se oyo el portazo de una puertecita. Urgl movió la cabeza suspirando y murmuró: -No lo dice con mala intención. Es buena persona pero, por desgracia, esta completamente chiflado. 

Cuando terminó la comida, Urgl se puso en pie y dijo: -voy a empaquetar nuestras cuatro cosas. No es mucho lo que nos podemos llevar, pero un poco de aquí y otro de allá... Si tengo que hacerlo  ahora. 

-Vais a marcharos de aqui? -Preguntó Atreyu.

Urgl asintió con tristeza:  -no podemos hacer otra cosa. Donde la aniquilación se extiende no crece ya nada. Y, a nuestra edad, no hay razón para quedarse. Tenemos que ver qué pasa. En algún lugar podremos vivir. Y vosotros? Que vais a hacer? 

-Yo tengo que hacer lo ha Uyulala -respondió Atreyu-. Tengo que tratar de encontrar a una criatura humana y llevársela a la emperatriz infantil, para que ella reciba un nuevo nombre.

Y dónde vas a encontrar a esa criatura humana? -Preguntó Urgl.

-Yo mismo no lo sé -dijo Atreyu-. Desde luego más allá de las fronteras de fantasía.

-La encontraremos -se oyó decir a la voz de campana de Fujur-. Yo te llevaré. Ya veras: ¡tendremos suerte!

-Bueno -refunfuño Urgl-, entonces ¡marchaos!

- podríamos llevaros un trecho... - propuso Atreyu.

¡Sólo me faltaba eso! -respondió Urgl-. Nunca iré a zancandilear por los aires. Los gnomos como es debido se quedan en tierra. Además, no debéis entreteneros con nosotros: tenéis algo que hacer que es más importante... para todos.

-Sin embargo, me gustaría poder demostraros mi agradecimiento -dijo Atreyu.

-Para eso -resongó Urgl-, ¡ lo mejor que puedes hacer es no perder más tiempo en pamplinas y marcharte enseguida!

-Tiene razón -Opinó Fujur-. ¡vamos, Atreyu!

Atreyu se subió a las espaldas del dragón de la suerte. Se volvió una vez más hacia la pequeña y vieja Urgl y gritó: -¡Adiós!

Pero ella estaba ya en la caverna empaquetando cosas.

Cuando volvió a aparecer unas horas más tarde con Énguivuck, cada uno de ellos llevaba a la espalda un cesto lleno, y los dos estaban otra vez peleándose con ahínco. Asi se fueron, tambaleándose sobre sus piernecitas torcidas, sin volver a la cabeza ni una sola vez

Por lo demás, Énguivuck se hizo luego muy famoso, incluso el más famoso de los gnomos de su familia, pero no por sus investigaciones científicas. Sin embargo, ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Al mismo tiempo que los dos colonos se ponían en camino, Atreyu, sobre la espalda de Fujur, surcaba ya los aires lejos, muy lejos por los cielos de fantasía

Bastian miró involuntariamente a la claraboya y se imaginó lo que ocurriría si allí arriba en el cielo, ya casi completamente oscuro, viera de repente al dragón de la suerte acercarse como una llama blanca y ondulante... ¡si los dos vinieran a buscarlo!

-¡Eso - suspiró- no estaría nada mal!

El podría ayudarlos... y ellos a él. Sería la salvacion de todos

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora