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-¿Qué aspecto tiene?

-Es como una niňa. Pero es mucho más vieja que los seres más viejos de fantasia. Sería mejor decir que no tiene edad.

-Pero ahora está enferma de muerte - dijo atreyu-, ¿tengo que prepararla con prudencia antes de anunciarle que no hay esperanza?

Fujur negó con la cabeza.

-No, se daría cuenta enseguida de cualquier intento de tranquilizarla. Tienes que decirle la verdad.

-¿Y si eso la mata? -Pregunto Atreyu.

-No creo que eso pueda ocurrir -dijo Fujur.

-Lo sé -respondió Atreyu-:  eres un dragón de la suerte.

Y siguieron volando largo tiempo en silencio.

Finalmente hablaron de nuevo los dos una tercera vez. Ahora fue Atreyu  quien rompió el silencio:

-Quisiera preguntarte otra cosa, Fujur.

-Pregunta

-¿Quién es ella?

-¿Qué quieres decir?

-AURYN tiene el poder sobre todos los seres de fantasia, tanto si son criaturas de la luz como de la tinieblas, también sobre ti y sobre mí. Y, sin embargo, la emperatriz infantil nunca utiliza su poder. Es como si no estuviera ahi y, sin embargo, está en todas las cosas. ¿Es como nosotros?

-No - dijo Fujur-,  no es lo que somos nosotros. No es una criatura de fantasia. Todos existimos porque existe ella. Pero ella es de otra especie.

-Entonces…  Atreyu titubeó al hacer la pregunta-, ¿es algo así como como una criatura humana?

-No -dijo Fujur-, no es lo que son las criaturas humanas,

- Entonces - repitió Atreyu,  ¿quién es?

Solo tras un largo silencio respondió Fujur:

- Nadie lo sabe en fantasia, nadie puede saberlo. Es el misterio más profundo de nuestro mundo. Una vez oí decir a un sabio que quien lo pudiera comprender del todo apagaría de esa forma su propia existencia. No sé lo que quiso decir con ello. No puedo decirte más.

-Y ahora -dijo Atreyu- su existencia y la de todos nosotros acabarán sin que hayamos comprendido su secreto.

Esta vez Fujur se quedó callado,  pero en torno a su boca de león se dibujó una sonrisa, como si quisiera decir: eso no ocurrirá

A partir de entonces no habraron más

poco tiempo después sobrevolaban el límite exterior del laberinto, la planicie de arriates de flores, setos y camimos entrecruzados que rodeaba, en un amplio circulo a la torre de marfil.
Con espanto comprobaron que también allí estaba actuando la NADA. Era verdad que, de momento, sólo eran pequeňos lugares salpicados por el laberinto, pero esos lugares estaban en todas partes. Los arriates de flores murticolores y los florecidos arbustos que había entre aquellos lugares estaban grises y secos. Los delicados arbolitos levantaban sus ramas desnudas y deformadas hacia el dragón y su jinete,  como si quisieran implolar su ayuda. Los prados antes verdes y coloridos eran ahora pálidos, y un ligero a putrefacción y pudredumbre subía hasta los que llegaban. Los únicos colores que aún había eran los de gigantescas setas hinchadas y los de conjuntos de flores de aspecto venenoso, degeneradas y de colores chillones, que parecían más bien engendros de la locura y la perversidad. La última vida interior  de fantasiase defendía aún, espasmódica y débilmente, contra la aniquilación definitiva que, por todas partes, la asediaba y corroía.

Sin embargo, todavia relucía en el centro de un modo maravilloso, inmaculada e incólumne, la torre de marfil.

Fujur no aterrizó con Atreyu en la terraza inferior destinada a los mensajeros que llegaban por vía aérea. Se daba cuenta de que ni él ni Atreyu tendrían las fuerzas necesarias para subir desde allí la larga calle principal que llevaba, en espiral, hasta la punta de la torre. Le  pareció ademas además que la situación justificaba plenamente el hacer caso omiso de toda regla y cuestión de etiqueta. Se decidió a hacer un aterrizaje forzoso. Pasó zumbando sobre los miradores, puentes y balaustradas de marfil, encontró en el ultimo segundo el tramo más alto de la calle principal. Allí donde ésta terminaba ante el verdadero recinto del palacio, se dejó caer, patinó por la calle cuesta arriba, dio unas cuantas vueltas de campana y se detuvo por fin, con la cola por delante.

Atreyu, que se había aferrado con los brazos al cuello de Fujur, se puso en pie y miró hacia todos lados. Había esperado alguna especie de recibimiento o, por lo menos, a un tropel de guardianes del palacio que le preguntasen quién era y qué quería…  pero no se veía a nadie por ninguna parte. Los blancos edificios resplandecientes que había alrededor parecian muertos.

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora