-¡Fujur! Gritó Atreyu tan alto como pudo. Se puso en pie de un salto, corrió de un lado a otro y llamó por todas partes: -¡Fujur! ¡Fujur! ¿Dónde estás?
No hubo respuesta. Sólo el murmullo regular y lento de las olas que bañaban la arena.
¡Quién Sabe a dónde habrían empujado los gigantes de los vientos al dragón blanco! Quizá Fujur estaba buscando a su pequeño señor en algún lugar totalmente distinto, muy lejos de allí. Quizá no vivia ya
Atreyu no era ya un jinete de dragón ni un enviado de la emperatriz infantil... Era sólo un niño. Y muy solo.
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El reloj de la torre dio las seis.
Fuera ya estaba oscuro. La lluvia había cesado. Reinaba un silencio total. Bastian contempló fijamente las llamas de las velas.
Entonces se sobresaltó, porque el entarimado había crujido.
Le pareció que oía respirar a alguien. Contuvo el aliento y escuchó. Salvo el pequeño círculo luminoso que arrojaban las velas, el enorme desván estaba ahora en tinieblas.
¿No se oían unos pasos suaves en la escalera? ¿No se habia movido lentamente el picaporte de la puerta del desván?
El entarimado crujió de nuevo.
¿Y si hubiera fantasmas en aquel desván...?
-¡Qué va! -dijo Bastian a media voz-. No hay fantasmas. Todo mundo lo dice
Pero entonces, ¿por qué habia tantas historias de fantasmas?
Quizá los que decían que no había fantasmas sólo tenían miedo de reconocerlo.
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Atreyu se envolvió bien en su manto rojo, porque tenia frío y se puso a andar tierra adentro. El paisaje, por lo que podia ver a pesar de la niebla, apenas variaba. Era llano y uniforme, aunque, poco a poco, entre los retorcidos árboles se veian cada vez más matorrales, unos arbustos que parecían hechos de hojalata oxidada y eran tan duros. Era fácil herirse con ellos si no se ponía cuidado.
Aproximadamente al cabo de una hora, Atreyu llegó a un camino empedrado con piedras salientes de formas irregulares. Se decidió a seguirlo, pensando que tendría que llevar a un sitio, pero encontró más cómodo andar por el polvo junto al camino que sobre el desigual empedrado. El camino seguía un curso sinuoso, y torcía a la derecha o a la sin que pudiera descubrirse razón para ello, porque tampoco allí habia colinas ni rios. En aquella región todo parecía torcido.
Atreyu no había andado mucho rato aún de aquella forma, cuando oyó en la lejanía un ruido extraño y retumbante que se acercaba. Era como el sordo redoble de un gran tambor, y mezclado con él se oian sonidos agudos, como de pequeñas flautas y campanillas. Se escondió tras un arbusto al borde del camino y esperó.
La extraña música se acercó despacio y, finalmente, surgieron de la niebla las primeras figuras. Evidentemente bailaban, pero no con un baile alegre o gracioso, sino que daban saltos con movimientos sumamente extravagantes, se revorcaban por el suelo, se arrastraban a cuatro patas y se comportaban como locos. Lo único que se oia entretanto era el sordo y lento golpear del tambor, los agudos pitidos y un gemir y jadear de muchas gargantas.
Cada vez eran más: una comitiva que parecía no tener fin. Atreyu observó los rostros de los danzantes, que eran grises como la ceniza y estaban inundados de sudor, aunque sus ojos ardian con un brillo salvaje y febril. Muchos se azotadan con látigos.
<<Son dementes >>, pensó Atreyu, y un escalofrío recorrió su espalda.
Por lo demás, pudo comprobar que la mayor parte de la procesión se componía de silfos nocturnos, duendes y fantasmas. También había vampiros y muchas brujas, viejas con grandes jorobas y pelos de chivo en la barbilla pero también jóvenes, que parecían bellas y malvadas. Evidentemente Atreyu habia llegado a uno de los países de fantasía poblados de criaturas de las tinieblas. Si hubiera tenido aún a AURIN, se hubiera dirigido a ellas sin titubear para preguntarles qué lo pasaba. Así, sin embargo, prefirió esperar en su escondite a que la estrafalaria procesión hubiera pasado y el último rezagado se hubiera perdido, saltando y cojeando, entre la niebla.
Sólo entonces se atrevió a volver al camino y mirar a la fantasmal comitiva. ¿Debía seguirla o no? No podía decidirse. En realidad, ya no sabía qué debía o no podía hacer.
Por primera vez sintió claramente cuánto necesitaba el amuleto de la emperatriz infantil y qué desvalido estaba sin él. No era realmente por la protección que le habia dado - todos los esfuerzos y privaciones, todos los miedos y la soledades había tenido que soportarlos con sus propias fuerzas-, pero,mientras habia llevado el signo, nunca se habia sentido inseguro sobre lo que tenía que hacer.
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la historia sin fin
FantasyBastian Baltasar Bux es un chico tímido al que le encanta leer y tiene una portentosa imaginación. en un extraño libro averigua que el reino de fantasía esta en peligro y asombrado, lee que Bastian Baltasar Bux debe unirse a Atreyu, un vali...