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Durante mucho tiempo reinó el silencio, antes de que la voz oscura del viejo dijiera:

-No

Estaba totalmente inclinado sobre el libro en que escribía. Su rostro quedaba oculto por la capucha y no podía verse.

-¡Entonces haz lo que te he pedido!

El viejo de la montaña errante se sometió a la voluntad de la emperatriz infantil y comenzó a contarle desde el principio la historia interminable.

En aquel momento momento cambió el resplandor que irradiaban las páginas del libro. Su color. Se hizo rojizo como los rasgos que surgían bajo la pluma del viejo. También la cogulla y la capucha de éste tenían ahora el color del cobre. Y mientras escribía sonaba al mismo su voz profunda.

También Bastian la escuchó muy claramente.

Sin embargo, las primeras palabras que dijo el viejo no las entendió. Eran algo asi como << Noisaco ed sorbil rednaerok darnok lrak oirate iporp>>

<< Es extraño>>, pensó Bastian, <<¿Por qué habla de pronto el viejo en un idioma extranjero? ¿O será quizá un conjuro? >>

La voz del viejo siguió sonando y Bastian tuvo que escucharla.

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Fuera hacia una mañana fría y gris de noviembre, y llovía a cántaros. Las gotas correteaban por el cristal y sobre las adornadas letras. Lo único que podía verse por la puerta era una pared manchada de lluvia, al otro lado de la calle.>>

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El causante del alboroto era un muchacho pequeño y francamente gordo, de unos diez u once años. Su pelo, castaño oscuro, le caía chorreando sobre la cara, tenia el abrigo empapado de lluvia y, colgada de una correa, llevaba a la espalda una cartera de colegial. Estaba un poco pálido y sin aliento pero, en contraste con la prisa que acababa de darse se quedó en la puerta abierta como clavado en el suelo...>>

Mientras Bastián leía esto, oyendo al mismo tiempo la voz profunda del viejo de la montaña errante, comenzaron a zumbarle los oídos y a irsele la vista.

¡Lo que allí se contaba era su propia historia! Y estaba en la historia interminable. Él, Bastián ¡aparecía como un personaje en el libro cuyo lector se había considerado hasta ahora! ¡Y quien sabe qué otro lector lo leía ahora precisamente, creyendo ser sólo un lector...y así de forma interminable!

A Bastián le entro miedo. De pronto tuvo la sensación de no poder respirar. Se sentía preso en una prisión invisible. Quiso detenerse, y no seguir leyendo.

Pero la voz profunda del viejo de la montaña siguió narrando.

Y Bastián no pudo nada para resistirse. Se tapó las orejas, pero no sirvió de nada, por que la voz resonaba en su interior. Aunque desde hacía tiempo sabia que no era así, se aferró a la idea de que el parecido con su propia historia era sólo, quizá, una casualidad increíble.

Pero la voz seguía hablando inexorablemente.

Y entonces oyó cómo decía muy claramente.

<<... Desde luego que no te sobra, porque, sino, te hubieras presentado por lo menos

-Me llamo Bastián -dijo el muchacho- Bastián Baltasar Bux..>>

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Hola perdón por la demora lo que pasa es que últimamente he tenido mucho trabajo por lo tanto terminó todo cansado

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora