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-Para él -dijo Bastian suavemente- eres la criatura más hermosa de fantasía, precisamente porque eres como eres.  Y quizá también porque me has llevado. Pero es muy tímido y no se atreve a acercarse a ti con todas estas criaturas alrededor. Tienes que ir tú a su encuentro, porque de otro modo morirá de nostalgia.

-¡Santo cielo! -dijo Yicha desconcertada-. ¿Tan grave es la cosa?

-Si -le susurró Bastian al oído-, y ahora ¡adiós Yicha! Camina simplemente y lo encontrarás.

Yicha dio unos pasos, pero se volvió una vez más hacia Bastian.

-A decir verdad -declaró- tengo un poco de miedo.

-¡Ánimo! -dijo Bastian sonriendo-. Y no te olvides de hablarles de mi a tus hijos y nietos.

-¡Gracias, señor!  -contestó Yicha a su estilo simple, y se fue.

Bastian se quedó mirando largo tiempo cómo se iba trotando, sin sentirse demasiado contento de haberse deshecho de ella. Entró en su espléndida tienda, se echó sobre los blancos cojines y miró al techo. Una y otra vez se dijo que había satisfecho el mayor deseo de Yicha. Pero aquello no disipó su humor sombrío. Importa mucho el cuándo y el cómo se hace algo por alguien.

Aquello, sin embargo, sólo se aplicaba a Bastian, porque Yicha encontró realmente al corcel blanco con alas y se casó con el. Y más tarde tuvo un hijo, que era un mulo blanco con alas llamado Pataplán. Dio de que hablar en fantasía, pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Desde entonces, Bastian viajó en la litera de Xayide. Ella le había ofrecido bajar y caminar a su lado para que tuviera todas las comodidades posibles, pero Bastian no quiso aceptarlo
De manera que los dos se sentaban juntos en la espaciosa litera de coral, que iba a la cabeza de la expedición.

Bastian estaba aún un poco disgustado, incluso con Xayide, que le había dado el consejo de separarse de la mula. Pero Xayide supo arreglarlo pronto. Las respuestas monosilabicas de él hacían difícil sostener una verdadera conversación.

Para animarlo, Xayide dijo alegremente :

-Quisiera hacerte un regalo, mi señor y maestro, si me concedes la gracia de aceptarlo.

Sacó de debajo de los almohadones una cajita riquísimamente decorada. Bastian se incorporó expectante. Xayide la abrió y extrajo de ella un estrecho cinturón que parecía una especie de cadena de elementos móviles. Cada unos de los elementos y también el cierre eran de cristal trasparente.

-¿Qué es eso? -quiso saber Bastian.

El cinturón tintineaba suavemente en la mano de Xayide.

-Es un cinturón que hace invisible. Sin embargo, señor, debes darle un nombre para que te pertenezca.

Bastian lo contempló.

-Cinturón Guémmal -dijo,

Xayide asintió sonriendo.

-Ahora te pertenece.



Hola cómo están? Perdón por la tardanza.

No se preocupen voy a terminar está historia, no quiero que quede inconclusa.

Ténganme paciencia por favor

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora