CAP 22 EL MONASTERIO DE LAS ESTRELLAS

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Una corriente ininterrumpida de emisarios de todos los países de fantasía se unía a la multitud de los que acompañaban a Bastian en su expedición a la torre de marfil, contarlos resultaba inútil, porque apenas se había terminado había ya otros,

Un ejército de muchas miles de cabezas se ponían en movimiento cada mañana y, cuando hacía alto, el campamento era la ciudad de tiendas más extraña que se podría imaginar. Como los compañeros de viaje de Bastian no se diferenciaban sólo entre sí por su figura, sino también por el tamaño, había de las dimensiones de una carpa de circo y otras no mayores de un dedal, también los carros y vehículos en que viajaban los emisarios eran de más de las que pueden describir; desde carromatos y carruajes totalmente corrientes hasta toneles de forma sumamente peculiar; esferas rebotantes o recipientes con patas que se arrastraban por si mismos.

Entretanto, habían acondicionado también para Bastian una tienda, que era la más lujosa de todas. Tenía la forma de una casita, y estaba hecha de seda brillante de vivos colores y bordada por todas partes de dibujos dorados y plateados. Sobre su techo ondulaba una bandera que mostraba, a guisa de escudo, un candelabro de siete brazos. El interior estaba blandamente alcolchado con mantas y cojines. Dondequiera que se montase el campamento la tienda era su centro. Y el yinni azul, que entretanto se había convertido en algo así  como el ayuda de Cámara y guardaespaldas de Bastian, montaba guardia a su puerta.

Atreyu y Fújur estaban aún entre entre el tropel de acompañantes de Bastian, pero desde aquella reprensión pública no habían  cruzado la palabra con él. Bastian esperaba interiormente que Atreyu cedería y le pediría perdón. Pero Atreyu  no hizo nada por el estilo. Tampoco Fújur parecía estar dispuesto a respetar a Bastian. ¡Y precisamente eso, se decía Bastian, era lo que tenían que aprender de una vez! Si de lo que se trataba era de ver quién aguantaba más, los dos tendrían que comprender por fin que la voluntad de Bastian era inflexible. En cambio, si cedían, estaba dispuesto a recibirlos con los brazos abiertos. Si Atreyu se arrodillaba ante él, haría que se pusiera de pie y le diría: no tienes que arrodillarte ante mí, Atreyu, porque eres y seguirás siendo mi amigo...

Pero, por lo pronto, los dos iban al último de la comitiva. Fújur parecía haberse olvidado de volar y caminaba a pie, y Atreyu iba junto a él, casi siempre con la cabeza baja. Si antes habían precedido a la comitiva por los aires como vanguardia, para informal sobre lo que ocurria en los contornos, ahora iban detrás de ella como retaguardia. A Bastian no le agradaba, pero no podía hacer nada.

Cuando la expedición iba de camino, Bastian cabalgaba casi siempre en cabeza sobre la mula Yicha. Sin embargo, cada vez más a menudo no tenía ganas de hacerlo y, en lugar de ello, visitaba a Xayide en su litera. Ella lo recibía siempre con el mayor respeto, le dejaba el lugar más cómodo y se colocaba a sus pies. Siempre sabía encontrar un tema de conversación interesante y evitaba hablarle de su pasado en el mundo de los hombres desde que había observado que hablar de ello le resultaba desagradable. Xayide fumaba casi continuamente en un narguile oriental que tenía al lado. El tubo era como una víbora de color verde esmeralda y la boquilla, que ella sostenía entre sus largos dedos blancos como el mármol, parecía la cabeza de una serpiente. Cuando chupaba, era como si la besara. Las nubes de humo que, voluptuosamente, dejaba escapar por la boca y la nariz, tenían a cada bocanada un color distinto, unas veces azul y otras amarillo, rosa, o lila.





perdón por la tardanza (●´⌓'●)

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora