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Pero, para eso, tendrías que saber precisamente lo que tú sabes. Suponte que fuera así. Entonces no sólo sería totalmente absurdo que intentáramos buscar por nuestra cuenta a una criatura humana para llevársela, sino que podría ocurrir incluso que, entretanto, la emperatriz muriera,  por no volver nosotros a tiempo.

Atreyu guardó silencio. Lo que había dicho el dragón era cierto sin duda, podía ser que fuera así, y también podía ser que no. Era muy posible que, si volvía ahora con su mensaje, ella le dijera: -y de qué me sirve todo eso? Si me hubieras traído a un salvador, me hubiera puesto buena. Pero ahora es demasiado tarde para enviarte otra vez.

Atreyu no sabía qué hacer. Y estaba cansado, demasiado cansado para tomar decisiones.

-Sabes Fujur? -dijo en voz baja, pero el dragón oyó muy bien-. Quizá tengas razón y quizá no. Vamos a volar un poco más. Si no encontramos ninguna frontera, volveremos.

-A qué llamas tú un poco mas? -preguntó el dragón
-A unas horas... -murmuró Atreyu-. Bueno, a una hora más.

Pero aquella hora fue una hora de más.

Ninguno de los dos se habia dado cuenta de que, en el norte, el cielo se habia ennegrecido de nubes. Al oeste, donde estaba el sol, se había puesto incandescente y unas líneas de mal agüero cubrían el horizonte como algas sanguinolentas. Al este se estaba formando, como un manto de plomo gris, una tormenta ante la que los jirones de nubes parecían de tinta azul descolorida. Y desde el sur venía una polvareda de color azufre, que se estremecía y centellaba de relámpagos.

-Parece  -dijo Fujur-  que vamos a tener mal tiempo.

Atreyu miro a todos lados.

-Si  -dijo-, es preocupante. Pero de todas formas tenemos que seguir.

-Sería más sensato que buscáramos refugio -comentó Fujur- si es lo que me figuro, no va a ser ninguna broma.

-Y qué es lo que te figuras?

-Que son los cuatro gigantes de los vientos que otra vez quieren pelea  -explicó Fujur-. Casi siempre disputan entre si sobre cuál es el más fuerte y debe reinar sobre los otros. Para ellos es una especie de juego, porque no les pasa nada.pero, ¡ay del que se ve mezclado en el encuentro! Por lo general no queda mucho de él.

-No puedes volar por encima? -Preguntó Atreyu.

-Lejos de su alcance,  quieres decir? No, tan alto no puedo llegar. Y debajo de nosotros, hasta donde puedo ver, sólo hay agua, algún mar gigantesco. No veo ningún sitio donde nos podemos meter.

-Entonces no queda mas remedio que esperarlos -decidió Atreyu-. De todas formas, quisiera preguntarles algo.

-Que quieres hacer? -Exclamó el dragón, dando un salto de susto en el aire.

-Si son los cuatro gigantes de los vientos  -explicó Atreyu- conocerán todos los puntos cardinales de fantasía. Nadie podría decirnos mejor dónde están sus fronteras.

-¡Santo cielo! -gritó el dragón- te crees que se puede charlar tranquilamente con ellos?

-Como se llaman? -quiso saber Atreyu.

-El del norte se llama lirr, el del este Baureo, el del sur Scnirk y el del oeste Mayestril -respondió Fujur-. Pero oye, Atreyu, qué clase de persona eres? Un niño o un pedazo de hierro que no sabe lo que es el miedo?

-Al atravesar la puerta de las esfinges -respondió Atreyu- perdi todo el miedo. Además, llevo el signo de la emperatriz infantil. Todas las críticas de fantasía lo respetan. Por qué no habrían de hacerlo los gigantes de los vientos?

-¡Oh, lo harán! -exclamó Fujur-. pero son estúpidos y no podrás impedir que se pelen entre sí. ¡Y ya verás lo que eso quiere decir!

Entretanto, las nubes de la tormenta se habian acercado tanto por todas partes que Atreyu vio a su alrededor algo que parecía un embudo de proporciones monstruosas, un cráter de volcán, cuyas paredes empezaban a dar vueltas cada vez aprisa, de forma que el amarillo de azufre, el gris de plomo, el rojo de sangre y el negro profundo se mezclaban. Y también él se vio arrastrado en círculos sobre su dragón blanco, como una cerilla de madera en medio de un furioso remolino. Y entonces vio a los gigantes de la tormenta.

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora