Bastian Baltasar Bux es un chico tímido al que le encanta leer y tiene una portentosa imaginación. en un extraño libro averigua que el reino de fantasía esta en peligro y asombrado, lee que Bastian Baltasar Bux debe unirse a Atreyu, un vali...
Finalmente, Quérquobad, el anciano de plata, pidio a sus conciudadanos que se interrumpieran. Se volvió suspirando hacia Bastian y habló:
-Como ya te dije, Bastian Baltasar Bux, nuestro repertorio, por desgracia, es muy pequeño. No es culpa nuestra que no tenga más historias. Ya ves hacemos lo que podemos. Nos ofrecerás alguna de la tuyas?
-Os regalaré todas las historias que he inventado -dijo Bastian generosamente- porque puedo inventarme las que quiera. Muchas de ellas se las conté a una niña llamaba Christa pero la mayoría sólo me las he contado a mi mismo. Por lo tanto, nadie las conoce aún. Sin embargo, harían falta semanas y meses para conarlas todas y no puedo quedarme tanto tiempo con vosotros. Por eso os voy a contar todas las demás. Se llama (la historia de la biblioteca de Amarganz) y es muy corta.
Reflexionó un poco y comenzó al azar:
-En tiempos muy remotos vivia en Amarganz una anciana de plata llamada Quana, que reinaba en la ciudad. En aquellos tiempos antiquisimos no existía Murhu, el lago de las lágrimas, ni estaba hecha Amarganz de la plata especial que resiste a sus aguas. Todavía era una ciudad completamente corriente, con casas de piedra y madera. Y estaba en un valle, entre colinas de bosques
Quana tenía un hijo llamado Qüin, que era un gran cazador. Un día, Qüin vio en los bosques un unicornio que tenía una piedra luminosa en la punta de su cuerno. Mató al animal y se llevó la piedra a casa. Sin embargo, con ello atrajo una gran desgracia sobre la ciudad de Amarganz. Sus habitantes tuvieron cada vez menos hijos. Si no encontraban la salvación, estaban condenados a extinguirse. Pero no era posible volver a la vida al unicornio y nadie sabía qué hacer.
Quana, la anciana de plata, envió mensajeros al oráculo del sur, que entonces existía todavía, a fin de que Uyulala le dijera lo que tenia que hacer. No obstante, el oráculo del sur Estaba muy lejos. El mensajero había sido un joven al salir y cuando volvió era muy anciano. Quana, la anciana de plata, había muerto hacia mucho tiempo y, entretanto, la había sucedido su hijo Qüin. También el naturalmente, era viejisimo, lo mismo que todos los demás amargancios. Solo habia una pareja de niños, un chico y una chica. Él se llamaba Aqüíl y ella Muqua
El mensajero hizo saber lo que le había manifestado la voz de Uyulala: Amarganz sólo podría subsistir si se convertía en la ciudad más hermosa de toda fantasía. Únicamente de esa forma quedaría reparado el crimen de Qüin. No obstante, los amargancios sólo podrían lograrlo con ayuda de los ayayai, que son los seres más feos de fantasía. Se les llama tambien ''los que siempre lloran'' porque, por el pesar que les causa su propia fealdad, derraman lágrimas continuamente. Sin embargo, precisamente con esos torrentes de lágrimas lavan esa plata especial de las profundidades de la tierra y hacen con ella la más maravillosa de las filigranas.
Entonces todos los amargancios fueron a buscar a los ayayai, pero no pudieron encontrar a ninguno porque viven en las profundidades de la tierra. Finalmente sólo quedaron Aqüíl y Muqua. Todos los demás habían muerto y, entretanto, los dos habían crecido. Y los dos juntos lograron encontrar a los ayayai y convencerlos para que hicieran de Amarganz la ciudad más hermosa de toda fantasía.
Asi construyeron los ayayai la primera embarcación de plata y, sobre ella un pequeño Palacio de filigrana, y pusieron la embarcación en la plaza del mercado de la despoblada ciudad. Luego orientaron bajo tierra sus torrentes de lágrimas de forma que, con fuentes, afloraran en el valle que había entre las colinas pobladas de bosques. El valle se llenó de aguas amargas y se convirtió en Murhu, el lago de las lágrimas, en el que flotaba el primer Palacio de plata. Y allí vivieron Aqüíl y Muqua.
Los ayayai habían puesto una condición a la joven pareja: que esta y todos sus descendientes se dedicasen a cantar canciones y contar cuentos. Y mientras lo hicieran los ayayai los ayudarían, porque de esa forma participarían también y su fealdad contribuirá a hacer algo bello.
Por eso Aqüíl y Muqua fundaron una biblioteca -la famosa biblioteca de Amarganz- en la que reunieron todas mis historias. Comenzaron por esta que acaban de oir, pero poco a poco fueron añadiendo todas las que he contado alguna vez, y finalmente fueron tantas que ni aquellos dos ni sus numerosos descendientes que hoy pueblan la ciudad podrían agotarlas nunca.
El que Amarganz, la más hermosa ciudad de fantasía, sigua existiendo hoy se debe a que los ayayai y los amargancios han cumplido su mutua promesa... aunque ninguno de los dos sabe ya nada de los otros. Solo el nombre de Murhu, el lago de las lágrimas, recuerda todavía lo que ocurrió en tiempos remotos.
Cuando Bastian hubo terminado, Quérquobad, el anciano de plata, se levantó de su sillón. En su rostro se dibujaba una sonrisa transfigurada.
-Bastian Baltasar Bux -dijo-, nos has dado algo mas que una historia y algo más que todas las historias. Ahora sabemos cuál es el origen de Murhu y de nuestros barcos y Palacios de plata que flotan en el lago. Ahora sabemos por qué, desde los tiempos antiguos, somos un pueblo de cantores de canciones y narradores de historias. Y sobre todo, sabemos lo que contiene el edificio grande y redondo que hay en nuestra ciudad y en el que ninguno de nosotros ha entrado porque, desde tiempos inmemoriales, permanece cerrado. Contiene nuestro mayor tesoro y hasta ahora no lo sabíamos. La biblioteca de Amarganz!
El propio Bastian estaba impresionado por el hecho de que lo que acababa de contar se hubiera hecho realidad ( o lo hubiera sido siempre? Graógraman, probablemente había dicho: las dos cosas!) De todas formas, quiso convencerse por sus propios ojos
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