capitulo 12 La emperatriz infantil

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Kilómetros y kilómetros había recorrido Atreyu, y ahora estaba allí, mirando a la emperatriz sin poder decir una sola palabra. A menudo había intentado imaginarse el momento, habia preparado lo que le diría, pero de repente todo aquello se había borrado de su mente.

Por fin ella le sonrió y dijo con una voz que sonaba tan suave y delicada como la de un pajarito que cantase en un sueňo:

-Has vuelto de la Gran Búsqueda, Atreyu.

-Sí -pudo decir Atreyu, bajando la cabeza.

-Tu manto se ha vuelto gris - siguió diciendo ella tras una breve pausa-, tus cabellos son también grises y tu piel es de piedra. Pero todo volverá a ser como antes o mejor aún. Ya lo verás.

Atreyu tenía un nudo en la garganta. Sacudió la cabeza de forma casi imperceptible. Entonces oyó decir a la voz delicada:

-Has cumplido mi misión…

Atreyu no sabía si aquellas palabras eran una pregunta. No se atrevía a levantar los ojos y leerlo en la expresión de ella. Lentamente, cogió la cadena con el amuleto de oro y se lo quitó del cuello. Extendiendo la mano, se lo ofreció a la emperatriz  infantil, con la vista siempre en el suelo. Trató de hincar una rodilla en tierra, como hacían los emisarios en los relatos y canciones que había escuchado en los campamentos de su país, pero la pierna herida le falló y calló a los pies de la emperatriz infantil, quedándose con el rostro contra el suelo,

Ella se inclinó, recogió a AURYN y, mientras hacía resbalar la cadena entre sus blancos dedos, dijo:

-Has cumplido bien tu cometido. Estoy muy contenta de ti.

-¡No! -balbuceó Atreyu casi fuera de sí-. Todo ha sido en vano. No hay salvación.

Se hizo un largo silencio. Atreyu había enterrado la cara en el hueco de sus brazos y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Temía escuchar un grito de desesperación de los labios de la emperatriz infantil, un lamento de dolor, quizá reproches amargos o incluso un estallido de cólera. Él mismo no sabía qué esperaba… pero desde luego no era lo que oyó: ella se reía. Se reía suave y alegremente. Los pensamientos de Atreyu se arremolinaron y, por un momento, penso que la emperatriz se había vuelto loca. Pero aquella risa no era una risa de locura. Entonces oyó que su voz decia:

-¡Pero si lo has traído!

Atreyu levantó la cabeza.

-¿A quién?

-A nuestro salvador.

Él la miró inquisitivamente a los ojos y no pudo ver en ellos más que franqueza y serenidad. Ella se rió otra vez.

Has cumplido tu misión. Te agradezco todo lo que has hecho y todo lo que has sufrido.

Él negó con la cabeza.

Seňora de los deseos. La de los ojos dorados -tartamudeó, utilizando por primera vez la fórmula oficial que Fujur le había recomendado-, yo… realmente no entiendo lo que quieres decir.

-Eso se ve -dijo ella-, pero, lo entiendas o no, lo has hecho. Y eso es lo que importa, ¿no?

Atreyu calló. Ni siquiera se le ocurría otra pregunta. Miraba a la emperatriz con la boca abierta.

-Lo he visto -siguió diciendo ella- y también él me ha mirado.

-¿cuándo ha sido eso? -quiso saber Atreyu.

-Ahora mismo, cuando has entrado. Tú lo has traído.

Atreyu miró involuntariamente a su alrededor.

-¿Dónde está entonces? No veo a nadie más que a ti y a mí.

-Oh, todavía hay muchas cosas que para ti son invisibles -respondió ella-, pero puedes creerme. Él no está todavía en nuestro mundo. Pero nuestros mundos están ya tan próximos que pudimos vernos, porque, por el tiempo de una exhalación, el delgado muro que aún nos separa se hizo trasparente. Pronto estará realmente con nosotros y me llamará por mi nuevo nombre, que sólo él puede puede darme. Entonces me pondré bien y, conmigo toda fantasia.

Durante las palabras de la emperatriz infantil. Atreyu se había levantado con esfuerzo. Miró a la emperatriz, que se sentaba un poco más alta en su diván, y su voz sonó velada al preguntar:

-Entonces hace mucho tiempo que conoces el mensaje que yo debia traerte. Lo que reveló la Vetusta Morla en el pantano de la trizteza, lo me dio a conocer la voz misteriosa de Uyulala en el oráculo del sur…  ¿sabes ya todo eso?

-Si -dijo ella-, y lo sabía antes de enviarte a la Gran Búsqueda. 

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora