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Bastian decidió no avanzar más ese día, de forma que se montó el campamento. Envío a algunos mensajeros para que saludaran de su parte a la hija de la luna y le anunciaran que tenía intención de llegar al día siguiente a la torre de marfil. Luego se echó en su tienda e intentó dormir. Pero se agitaba de un lado a otro sobre sus cojines, y sus preocupaciones no lo dejaban descansar. No sospechaba que, por razones muy distintas, aquella noche sería la peor de su estancia en fantasía.

Hacia la medianoche había caído finalmente en un sueño ligero e inquieto, cuando murmullos y susurros excitados a la entrada de su tienda lo sobresaltaron. Se levantó y salió.

-¿Qué pasa? -preguntó con severidad.

-Este mensajero -respondió Illuán, el yinni azul- pretende tener una noticia tan importante que no puede esperar hasta mañana.

El mensajero, al que Illuan había levantado del por el cuello, era un pequeño ligerillo, un ser de cierto parecido con un conejo pero que, en lugar de piel, tiene plumaje de estallante colorido. Los ligerillos son los corredores más veloces de fantasía y pueden  salvar enormes distancias a tal velocidad que prácticamente no se los ve y sólo se puede observar su paso, como una exhalación, por las nubecillas de polvo que levantan. Precisamente por esa cualidad habían enviado a aquel ligerillo como mensajero. Había hecho todo el trayecto hasta la torre de Marfil y regresado, y jadeaba sin aliento cuando el yinni lo dejo ante Bastián.

-Perdón, señor -resopló el ligerillo inclinandose profundamente unas cuantas veces-. Perdón por atreverme a turbar tu descanso, pero te sentirias muy poco satisfecho de mi  si no lo hiciera. La emperatriz infantil no está en la torre de Marfil desde hace muchísimo tiempo, y nadie sabe dónde se encuentra.

Bastián se sintió de pronto vacío y frío interiormente.

-Tienes que estar equivocado.  Eso no puede ser.

-Los otros mensajeros te lo confirmarán cuando lleguen, señor

Bastián calló un rato y luego dijo sin expresión:

-Gracias, esta bien.

Se volvió y entró a su tienda.

Se sentó en la cama y apoyo la cabeza en las dos manos. Era completamente imposible que la hija de la Luna no hubiera sabido cuándo tiempo hacia que se dirigía a su encuentro. ¿Era que no quería verlo? ¿O le habría ocurrido algo?

No, era completamente impensable que a ella, la emperatriz infantil le pudiera ocurrir algo en su propio reino

Hola perdón por no actualizar
He estado muy ocupado

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora