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-No -reconoció Atreyu-. Nunca lo he oido.

-Es que no puedes haberlos oídos -respondió la morla-.ni siquiera nosotras podemos recordarlos. Y, sin embargo, ha tenido muchos. Pero todos se han olvidado. Todos han pasado. No obstante, sin nombre no puede vivir. La emperatriz infantil sólo necesita tener un nuevo nombre para ponerse bien. Sin embargo, no importa si se pone bien o no...

Cerró sus ojos grandes como charcos  y empezó a recoger lentamente la cabeza.

-¡Espera! -Gritó Atreyu-. De quien recibe los nombres? Quien puede darle un nombre? Donde puedo encontrar ese nombre?

-Ninguno de nosotros -oyó gorgotear a la morla-, ningún ser en fantasía puede darle un nombre. Por eso es inútil. No te preocupes, pequeño. Nada importa.

-Entonces, quién? - gritó Atreyu fuera de si-. Quién puede darle un nombre que la salve y nos salve a todos?

-¡No hagas tanto ruido! -dijo la morla-. Déjanos en paz y márchate. Tampoco nosotras sabemos quién puede hacerlo.

-Si no lo sabes -gritó Atreyu más fuerte aún-, quien puede saberlo?

Ella abrió de nuevo los ojos.

-Si no llevases el esplendor -resopló-, te comeríamos, solo para estar tranquilas. ¡Vaya!

-Quién? -Insistió Atreyu-. ¡Dime quien lo sabe y te dejaré en paz para siempre!

-Al fin y al cabo da lo mismo -respondió ella-, quizá Uyulala, en el oráculo del sur. Quizá ella lo sepa. Que nos importa?

-Y cómo puedo llegar hasta alli?

-No puedes llegar de ninguna forma, pequeño. ¡Vaya! Ni en diez mil dias de viaje. Vives demasiado poco. Morirás antes. Está demasiado lejos. En el sur. Demasiado lejos. Por eso todo es inútil. Se lo habíamos dicho desde el principio, verdad vieja? Déjalo estar y renuncia, pequeño. Y sobre todo, ¡dejanos en paz!

Diciendo esto, cerro definitivamente sus ojos de mirada vacía y metió otra vez la cabeza en la cueva. Atreyu supo que no podría sacar nada más de ella.

Al mismo mismo tiempo, el ser de las sombras que se había formado de la oscuridad del páramo nocturno encontró el rastro de Atreyu y se dirigió al pantano de la tristeza. Nada y nadie en fantasía podría apartado de aquel rastro.

Bastian había apoyado la cabeza en la mano y miraba ante si pensativamente.

-Es muy extraño -dijo en voz alta- que ningún ser en fantasía pueda dar a la emperatriz infantil un nuevo nombre.

Si sólo se tratara de encontrar un nombre, él hubiera podido ayudarlos fácilmente. Eso se le daba bien. Pero por desgracia no estaba en fantasía, donde sus habilidades hubieran podido ser útiles y le hubieran reportado quizá simpatía u honores. Por otro lado, se alegraba también mucho de estar allí porque en una región como el pantano de la tristeza no se hubiera atrevido a entrar por nada del mundo. ¡Y aquel siniestro ser de las sombras que perseguía a Atreyu sin que lo supiera! A Bastián le hubiera gustado avisarlo, pero no podía ser. No se podia hacer otra cosa que confiar en la suerte y seguir leyendo. 

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora