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Cuando echó una mirada por la puerta del fortín, vio fuera, en la niebla matutina que subía del río, siete figuras vagas. Dos de ellas iban a pie y las otras montaban cabalgaduras diversas. Bastian despertó en voz baja a sus compañeros. Los caballeros se ciñieron las espadas y salieron juntos del refugio. Cuando las figuras que esperaban fuera vieron a Bastian, los jinetes desmontaron y luego, los siete al mismo tiempo, hincaron en tierra la rodilla izquierda. Inclinaron la cabeza y dijeron:

-¡Salve, Bastian Baltazar Bux, salvador de fantasía!

Los recién llegados parecían bastante extraños. Uno de los dos que no iban a caballo tenía un cuello desusadamente largo, sobre el que se asentaba una cabeza de cuatro rostros, que miraban uno en cada dirección. El primero tenía una expresión alegre, el segundo colérica, y el tercero triste y el cuarto soñolienta, cada una de las caras era rígida e inmutable, pero él podía hacer girar hacia delante la que correspondía a su talante del momento. Se trataba de un troll de cuatro cuartos, llamando también, en algunos lugares, temperamentnik.

El otro de a pie era lo que en fantasía se llama cefalópodo o cabezapie: un ser que consiste sólo en una cabeza que se desplaza sobre unas piernas muy largas y delgadas, pero sin tronco ni manos. Los cabezapies van errantes y no tienen vivienda fija. Casi siempre viajan en grupos de varios centenares rara vez se encuentra uno solitario. Se alimentan de hierbas.

El que se arrodillaba ante Bastian parecía joven y colorado. Otros tres personajes, que montaban caballos apenas mayores que cabras, eran un gnomo, una sombra picaresca y una mujer salvaje. El gnomo llevaba una diadema de oro en la frente y era, evidentemente, un príncipe, La silueta picaresca era difícil de ver, porque en realidad estaba formada sólo por una sombra que nadie proyectaba. La mujer salvaje tenía un rostro gatuno y grandes rizos dorados, que la envolvían como un manto. Todo su cuerpo estaba cubierto de piel vellosa, igualmente dorada. No era mayor que un niño de cinco años,

Otro visitante, que cabalgaba sobre un buey, procedía del país de los azafranios, que nacen cuando cuando son viejos y mueren al llegar a bebés, Aquel tenía una larga barba blanca, una calva y un rostro lleno de arrugas ; por lo tanto - juzgado con criterios azafranicos- era muy joven; aproximadamente de la edad de Bastian.

Un yimi azul había llegado a camello. Era alto y delgado y llevaba un turbante gigantesco. Su figura era humana, aunque su torso desnudo, cuajado de músculos, parecía hecho de brillante metal azul. En lugar de nariz y boca tenía en el rostro un poderoso y corvo pico de águila.

-¿Quienes son y qué quieren? -pregunto Hykrion un tanto bruscamente. A pesar del ceremonioso saludo, no parecía totalmente convencido del carácter inofensivo de los visitantes y era el único que no había soltado el pomo de su espada.

El troll de cuatro cuántos, que hasta entonces había mostrado su rostro soñoliento, volvió su rostro alegre hacia adelante y le digo a Bastian, sin hacer caso alguno de Hykrion:

-Señor; somos príncipes de países muy diversos de fantasía. Cada uno de nosotros se ha puesto en camino para saludarte y pedirte ayuda. La noticia de tu presencia ha volado de país en pais, el viento y las nubes pronuncian tu nombre, las olas del mar anuncian tu fama con su murmullo y cada arroyuelo canta tu poder:

Bastian dirigió una mirada a Atreyu, pero éste miraba sería y casi severamente al troll. Ni la sonrisa más leve se dibujaba en sus labios.

-Sabemos -ahora fue el yinni azul quien tomo la palabra y su voz sonó como el grito agudo de un águila- que creaste la selva nocturna de perelin y el desierto de colores de goab. Sabemos que has comido y bebido del fuego de la muerte multicolor y que te has bañado en él, lo que no ha hecho ningún ser viviente de fantasía, y sabemos lo ocurrió en la ciudad de plata de amarganz. Sabemos, señor, que todo lo puedes. Basta que digas una palabra para que se haga lo que tú quieras. Por eso te invitamos a que vengas con nosotros y nos concedas la gracia de tener una historia propia. Porque ninguno de nosotros la tiene.

Bastian meditó y luego movió la cabeza.

Lo que quieran dé mi no puedo hacerlo ahora. Más adelante los ayudaré a todos. Pero antes tengo que ver a la emperatriz infantil. por lo tanto, ayúdenme a encontrar la torre de marfil.

Aquellos seres no parecieron nada decepcionados. Después de deliberar brevemente entre si, todos se mostraron muy satisfechos de la propuesta de Bastian de que le acompañaran. Y, poco tiempo después, la comitiva, que ahora parecía una pequeña caravana, se había puesto en camino.

Durante todo el día siguieron encontrando a otros recién llegados. No solo aparecían por todas partes los mensajeros anunciados por Atreyu la víspera, sino muchos más. Había faunos de patas de cabra y enormes silfos nocturnos, elfos y duendes, jinetes que cabalgaban sobre mariquitas y tripedos, un gallo del tamaño de un hombre, con botas vueltas ,y un ciervo de cornamenta dorada que andaba ergido sobre dos patas y llevaba una especie de frac. En general, entre los recién llegados había una multitud de criaturas sin ningún parecido con los seres humanos. Había, por ejemplo, hormigas cobrizas con yelmos, rocas errantes de formas caprichosas, animales-frauta que hacían música con sus largos picos, y también tres de los llamados charcadores , que se movían de una forma realmente asombrosa, ya que -por decirlo así- se licuaban a cada paso formando un charco y volvían a formarse de nuevo un poco más lejos. Con todo, el más extraño de los recién llegados era quizá un bis, cuyas partes delantera y trasera podían andar independientemente. Tenía un vago parecido con un hipopótamo, aunque a rayas blancas y rojas.

En total eran ya alrededor de un centenar.  Y todos habían llegado para saludar a Bastian, el salvador de fantasía, y pedirle una historia propia. Pero los siete primeros les habían explicado a los que habían llegado luego que antes se dirigían a la torre de marfil, y todos estaban dispuestos a acompañarlos.

Hykrion, Hysbald y Hydorn cabalgan con Bastian a la cabeza de la comitiva,  ahora ya bastante larga.

Al caer la tarde llegaron a la cascada. Y al cerrar la noche la comitiva había dejado la planicie elevada, había descendido por un serpenteante sendero de montaña y se encontraba en un bosque de orquídeas grandes como árboles, eran unas gigantescas frores moteadas, de aspecto un tanto inquietante. Se decidió montar guardia durante la noche, por si acaso, cuando se instaló el campamento.

Bastian y Atreyu recogieron musgo, que crecía abundantemente por todas partes, y se hicieron con él una blanda cama. Fújur se enroscó en tomo a los dos amigos, con la cabeza hacia dentro , de forma que los dos quedaron aislados y protegidos, como en un gran castillo de arena. El aire era caliente y estaba lleno de un extraño aroma que despedían las orquídeas y que no era muy agradable. Había algo en él que anunciaba desgracias

la historia  sin finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora